jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Sería la independencia de Cataluña un buen negocio? II

José Clemente Polo



Esta segunda parte del texto de mi intervención en el debate organizado por la Universidad de Gerona el pasado 28 de octubre, examina la importancia que tiene todavía el mercado del resto de España para la economía catalana en el siglo XXI y las consecuencias que tendría la independencia sobre el funcionamiento del sistema financiero de Cataluña. La primera parte está disponible aquí.
Importancia del mercado del resto de España para la economía catalana
¿Cuál es el peso en la actualidad del resto de España en la economía catalana? Si bien España ya no es, como lo fue hasta hace unas décadas, casi el único mercado de los productos catalanes, continúa siendo de lejos su mercado más importante. Los Cuadros 1, 2 y 3 que aparecen al final del texto dan una idea precisa de la enorme importancia que todavía tenía el resto de España en 2005, el último año para el que disponemos de cifras medianamente fiables. Y los gráficos que se adjuntan también al final del texto indican qué ha ocurrido a los flujo comerciales en aquellos Estados que han registrado un proceso de desintegración, incluso cuando como en el caso de Chequia y Eslovaquia ha sido pactado de mutuo acuerdo.
No conozco ningún estudio que sostenga que la independencia mejoraría las exportaciones catalanas al resto de España, ni al resto de la UE ni al resto del mundo. Y, por tanto, podemos concluir que, en el mejor de los casos, nada se ganaría con la independencia. Más bien al contrario, todos los estudios realizados admiten que se producirán pérdidas. ¿Cuán grandes serán? Depende de la situación en que quede el Estado catalán.
El impacto final sería en realidad bastante mayor si tenemos en cuenta la previsible caída de las exportaciones al resto de la UE, la contracción del turismo y la posible deslocalización de la actividad productiva que ocasionaría la independencia
Si como es previsible y han ratificado todas las autoridades de la Comisión Europea, salientes y entrantes, Cataluña queda fuera de la UE y, por tanto, también de la Eurozona, y tiene que solicitar su readmisión, un proceso que requiere unanimidad y que llevará años en el mejor de los casos, se puede afirmar que esas pérdidas serán cuantiosas y probablemente irreversibles. Ya sé que algunos se empeñan en que esto no va a ocurrir porque dicen “a las autoridades europeas y a los acreedores y a las empresas multinacionales no les interesa que Cataluña quede fuera de la UE”. A lo que respondería que a esas autoridades y mercados les interesa incluso menos que Cataluña sea independiente. Seamos serios: Cataluña supone el 1,2 % del PIB de la UE y es francamente una insignificancia y lo sería todavía más si unas cuantas empresas multinacionales decidieran deslocalizarse.
Una caída del 50% de las exportaciones al resto de España, una caída similar a la registrada en otros casos y que supondría exportar todavía a España más de tres veces lo que Cataluña exportó a Francia en 2013 y cinco veces lo que exportó a Alemania en 2013, produciría teniendo en cuenta los efectos directos, indirectos e inducidos sobre el consumo, perdidas de producción, valor añadido y empleo en el entorno del 24% para los sectores agrícolas, ganadero y pesquero, del 25% para los industriales y en el entorno del 18,5% para los sectores de servicios privados. Para el conjunto de la economía, la caída rondaría el 16,5%. Hay sectores importantísimos de la industria catalana para los que esos efectos serían incluso mayores de lo que indican estas cifras medias. Y aunque les parezca muy alto, considero que el impacto final sería en realidad bastante mayor si tenemos en cuenta la previsible caída de las exportaciones al resto de la UE, la contracción del turismo y la posible deslocalización de la actividad productiva que ocasionaría la independencia.
Efectos sobre el sistema financiero, los flujos de capital y la inversión extranjera
Hay casi unanimidad entre los economistas partidarios de la independencia en que el estado catalán mantendrá el euro como moneda. Nadie puede impedirlo, pero si Cataluña queda fuera de la UE y, por ende, también de la eurozona, la independencia tendría serias consecuencias sobre el sistema financiero catalán. Las entidades con sede social en España tendrían que desdoblarse y sus actividades en Cataluña estarían sujetas a la supervisión del Banco de Cataluña, de nueva creación. Estas entidades declararían sus impuestos en Cataluña únicamente por las actividades que desarrollan en Cataluña. Asimismo, las entidades financieras cuya sede social está ahora en Cataluña tendrían que abrir sedes en España y tributar en la Agencia Tributaria española por los beneficios obtenidos por sus operaciones en España que, en el caso de las mayores entidades catalanas, ronda el 70 %.
Si Cataluña queda fuera de la UE y, por ende, también de la eurozona, la independencia tendría serias consecuencias sobre el sistema financiero catalán
También tendría efectos sobre el comportamiento de los depositantes. En un mundo globalizado donde los depósitos pueden movilizarse desde cualquier lugar sin incurrir en costes, la mayoría de los depositantes, familias y empresas, preferirían mantenerlos en un Estado de la Eurozona para disfrutar de la mayor garantía efectiva que ofrece estar bajo el paraguas del BCE. Cabe esperar que se produjeran por este motivo importantes salidas de capital hacia España y otros estados de la Eurozona. Al impacto que tendría la caída de las exportaciones y la actividad, habría que sumar también la contracción de operaciones que originaría la desconfianza de los agentes económicos en un estado enzarzado en un proceso constituyente que no contaría con unos sistemas tributarios y de supervisión bancaria contrastados. La deuda pública del gobierno catalán está hoy considerada bono basura y todos los agentes tendrían que pagar primas de riesgo más elevadas que las actuales para financiarse. Finalmente, cabe esperar una diversión de los flujos de inversión extranjera desde Cataluña al resto de España y otros países de la UE. Ninguna empresa va a apostar por un Estado de nueva creación que no pertenece a la UE, registra caídas sustanciales en la actividad y está sujeto a costes financieros más elevados y unas tensiones políticas y jurídicas sin parangón en la UE.
Este artículo fue publicado en Crónica Global (04/11/14) 

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