jueves, 30 de enero de 2014

Las relaciones entre Cataluña y España según el CATN



Leo con cierto estupor el III Informe elaborado por el"Consell Assessor per a la Transició Nacional" (CATN), dedicado a las relaciones entre Cataluña y el Estado español.




1) Me sigue sorprendiendo que el documento aparezca con el sello de la Generalitat, que es una institución del Estado. Es chocante que el Estado apoye un documento en el que se plantea directamente su destrucción. No hago una valoración jurídica del caso, me limito a manifestar mi sorpresa como ciudadano.
2) El documento da por sentada una voluntad mayoritaria de los catalanes que está lejos de haber sido probada. Reitero -porque es una evidencia- que en el actual Parlamento de Catalunya tan solo 24 diputados (de 135) llegaron a sus escaños tras participar en las elecciones en listas de partidos que planteaban de forma directa la independencia de Catalunya.
3) El análisis que hace el grupo de expertos (entre quienes se cuenta Pilar Rahola, quien hace poco ha reconocido que no se había leído la Opinión Consultiva del Tribunal de La Haya en el caso de la declaración de independencia relativa a Kosovo más que cuando se hizo público que estaba citando párrafos falsos de dicha Opinión Consultiva, lo que, seguramente, debería ser suficiente para que dejara de ser miembro de un comité de expertos como pretende ser el CATN) plantea algunas incoherencias (internas al propio informe o a la realidad política), razonamientos especulativos y debilidades en la argumentación que podrían llegar incluso a lo risible. Así, por ejemplo:

a) En la p. 5 se indica: "seria absurd concebre aquesta independència com una via de ruptura amb Espanya".
b) En la p. 9: "I això significa que des de Catalunya caldria ser especialment curós d'observar en tot moment un capteniment amistós envers l'Estat espanyol".
c) En las pp. 13-14: "Vista des d'aquesta perspectiva, doncs, la independització de Catalunya d'Espanya no hauria de comportar dificultats insalvables per arribar a un grau de relacions i intercanvis semblant a l'actual. I molt especialment si la negociació de la separació no posa en qüestió la continuïtat de Catalunya dins de la UE. Però, fins i tot en l'hipotètic cas que Catalunya en quedés temporalment fora, amb tal que el nou Estat català s'adherís a tractats como l'esmentat de Schengen, al de l'EFTA (Associació Europea de Lliure Comerç), a organitzacions europees i internacionals que són considerades en altres informes d'aquest Consell i a les noves xarxes i espais que van més enlla de la UE, un cop acomodats a les noves regles de joc, els intercanvis entre Catalunya i l'Estat espanyol haurien de tornar a fluir progressivament tan bé com fins ara."
d) En la p. 13: "I serà decisiu trobar les millors fórmules de respecte a les minories nacionals, culturals i lingüístiques que determinarien la hipotètica realitat d'una Catalunya independent".
e) En la p. 15: "Es tractaria de proposar la creació d'un Consell Ibéric, a l'estil del "The Nordic Council (Annex 1.2), format pels quatre Estats de la península: Espanya, Portugal, Catalunya i Andorra"
f) En la p. 16: "Es tractaria, en definitiva, de proposar la creació d'un Consell entre l'Estat espanyol i l'Estat català, amb l'objectiu de buscar les màximes sinèrgies de cooperació entre els dos països."
g) En la p. 19: "És per això que a l'hora d'imaginar una nova realitat estatal per a Catalunya, una de les primeres qüestions que es formulen és la de com quedaria afectat l'espai de les competicions esportives."
h) En la p. 20: "Res no impediria, per exemple, que el FC Barcelona, el RCD Espanyol i la resta d'equips que ara participen a lligues espanyoles, seguissin participant a la mateixa Lliga de Futbol Professional."

He destacado en negrita algunas ideas que me parecen especialmente llamativas y que, creo, pueden ilustrar el tono general del Informe; y que no es otro que el que esto de la independencia es una cosa que no tiene ninguna importancia, que carece de transcendencia y que no va a implicar ningún cambio relevante en la vida de las personas; excepto, claro, que todos seremos más libres, ricos y felices, añado yo a partir de la propaganda sobre la independencia que todos oímos desde medios, políticos afines y ciudadanos convencidos.
Esta idea de que la independencia es una menudencia está ya en la p. 5 del escrito, en el que se dice, sorprendentemente, que la independencia no puede concebirse como una vía de ruptura con España; pero ¿qué es la independencia si no una ruptura? En otras ocasiones ya he comentado que me encuentro con muchas personas que no saben realmente lo que es la independencia, que no asumen que tras la independencia las relaciones entre Cataluña y España podrían ser mejores o peores, pero que en cualquier caso se desenvolverían en el ámbito internacional, no en el interno, que Cataluña sería para España lo que ahora es Portugal, Namibia o Canadá; otro Estado con el que la cooperación se realizaría en el marco que ofrece el Derecho internacional, que es sustancialmente diferente al interno. Todo este Informe del CATN, en el que se parte de la necesidad de tras la independencia recomponer relaciones, no es más que un cómic en el que se profundiza en esta idea absurda por irreal y que tan bien se resume en esa frase que es una pura contradicción sin sentido: "la independencia no puede concebirse como una vía de ruptura con España".
Para conseguir esto el Informe parte de que en el proceso desde Cataluña debe mostrarse una actitud amistosa hacia el Estado español. Bien, eso choca, evidentemente, con campañas como la de "España nos roba" o con el persistente propósito de presentar a España como un Estado con una democracia imperfecta, con tintes autoritarios, en ocasiones vinculados al tradicional atraso del pueblo español y a su incapacidad para insertarse en la modernidad (alguna referencia a esto incluso en este informe, ya que se plantea la historia del encaje de Cataluña en España ha sido siempre leal desde Cataluña y orientada a la modernización de España, con tradicionales dificultades para la regeneración y la modernización -p. 5-).

Este planteamiento de una secesión que no supondría prácticamente alteraciones en la sociedad queda reflejado en el Informe cuando se dice y repite que no deberían existir dificultades para mantener el mismo grado de relaciones entre Cataluña y el resto de España (tras la independencia, España). Ahora bien, es evidente que esto no es más que pensamiento ilusorio que se basa en una falsedad y en algunas manipulaciones.
La falsedad es sostener, aunque sea como hipótesis que la independencia no supondría la salida de la UE. Ya sabemos que éste ha sido un planteamiento nuclear del independentismo (recordemos el lema de la Diada del año 2012, "Catalunya, nou Estat d'Europa" y que se ha recurrido a los argumentos jurídicos más absurdos para defender la continuidad catalana en la UE, como, por ejemplo, "la ampliación interna". A día de hoy tal debate debería estar definitivamente cerrado tras el Comunicado del Presidentedel Consejo, Herman Van Rompuy, del pasado 12 de diciembre. Reproduzco a continuación el comunicado:

"I will make three points. First, it is not for me to express a position on questions of internal organisation related to the constitutional arrangements in a Member State.

Second, I just want to recall some of the principles that would apply in such a scenario. The separation of one part of a Member State or the creation of a new State would not be neutral as regards the EU Treaties. The European Union has been established by the relevant treaties among the Member States. The treaties apply to the Member States. If a part of the territory of a Member State ceases to be a part of that state because that territory becomes a new independent state, the treaties will no longer apply to that territory. In other words, a new independent state would, by the fact of its independence, become a third country with respect to the Union and the treaties would, from the day of its independence, not apply anymore on its territory. Under article 49 of the Treaty on European Union, any European State which respects the principles set out in Article 2 of the Treaty on European Union may apply to become a member of the Union according to the known accession procedures. In any case, this would be subject to ratification by all Member States and the Applicant State.

Third and more personally, I am confident that Spain will remain a united and reliable Member State of the European Union."

Tras este comunicado del Presidente del Consejo seguir planteando como hipótesis la continuidad de Cataluña en la UE tras la independencia es un ejercicio o de voluntarismo o de cinismo; máxime tras la ratificación del mismo por el Presidente de la Comisión en su respuesta a la carta remitida por Artur Mas a finales de diciembre; pero, evidentemente, la salida de la UE no encaja con esta presentación de la independencia como algo completamente inocuo, casi trivial y por eso se insiste contra toda lógica en esta posibilidad o en alternativas, tal como se hace en el Informe que, sin embargo, tampoco son realistas (véase en este sentido el artículo de Víctor Andrés Maldonado en El País el 19 de diciembre).
En realidad la independencia plantea más interrogantes que los que algunos nos quieren hacer creer; y de solución no sencilla precisamente. Dudo que si todos fuéramos conscientes de las implicaciones que tiene este cambio esencial en la organización política de Europa nuestra principal preocupación fuera en qué Liga iban a jugar el Barça o el Español, tal como nos quiere hacer creer el Informe (p. 19).
Por cierto, en el Informe se apunta también la necesidad de que en una futura Cataluña independiente se tuviera en cuenta la situación de las minorías nacionales, culturales y lingüísticas (p. 13) ¿entre estas minorías estaría el 50,7% de los catalanes mayores de 14 años que actualmente, y tal como reconoce el propio informe, tienen el castellano como lengua de identificación personal (p. 11)?
Finalmente ¿tiene algún sentido que el CATN plantee la creación de organismos internacionales en los que se integren España, Portugal, Andorra (por cierto ¿qué hay de Gibraltar?) que hasta ahora Estados soberanos como España y Portugal no se han planteado ¿no es esto pensamiento ilusorio?

Me produce consternación comprobar la deriva de la situación en Cataluña. Con una población dividida, utilizando con frecuencia medias verdades o directamente mentiras (ahí está reciente la falsificación de la decisión del Tribunal de La Haya sobre la declaración de independencia relativa a Kosovo), con un escasísimo respeto institucional, se están dando palos de ciego con una acentuada dosis de "amateurismo" que no auguran nada bueno. A mi no me parece imposible que Catalunya sea un Estado independiente si así lo quieren la mayoría de los catalanes y se consigue la complicidad del resto de los españoles; pero el camino que se está siguiendo no es el camino, ni muchísimo menos.

miércoles, 29 de enero de 2014

Unionismo o la fractura social como método





José Rosiñol Lorenzo, el 29 de enero de 2014 en Periodista Digital.



“…fracturar la sociedad catalana para alcanzar su objetivo político: legitimar un referéndum ilegal… inoculando una mentalidad favorable a esquema binarios… una “igualación política” entre un artificio denominado “unionismo” y el independentismo (¿qué sentido tiene ser unionista de algo que ya está unido?: para confundir entre lo que es una realidad social, jurídica e histórica con lo que solo es un proyecto)… una estigmatización de antidemócrata a todo aquél que niegue la conveniencia u oportunidad de la consulta.”

La ofensiva política del gobierno de Mariano Rajoy parece que está dando en el blanco, prueba de ello es la reacción atávica a las declaraciones de Alicia Sánchez Camacho, Enric Millo o María Dolores de Cospedal durante la convención del PP celebrada en Barcelona, y no me refiero al tremendo error de cambiar el tema de las balanzas fiscales en vez de poner el foco en las contradicciones en las que incurren los defensores de dichos estudios (cambio que solo ha servido para dar más carnaza a la jauría nacionalista).

El dardo ha dado en la diana, al fin se destapa en el entramado mediático catalán una estrategia política que ha calado paulatinamente entre la población catalana: la fractura social en función de tu posicionamiento respecto a la independencia de Cataluña y los cada vez más numerosos casos de violencia política (de baja intensidad) contra todo aquél que se posicione públicamente en contra de los postulados soberanistas.

Después de la Convención del PP, la caverna mediática nacionalista ha reaccionado contundentemente, Mariano Rajoy ha sido tachado por la hagiógrafa oficial de Artur Mas, Pilar Rahola, de “capitán de los hoolingas”, de ser un “mediocre” ante “tiempos son épicos, complejos y grandiosos”… El siempre dispuesto a la deformación informativa y portavoz de la Generalitat, Francesc Homs ha declarado que el Presidente del Gobierno “insulta la inteligencia del pueblo de Cataluña” o, según Josep María Pelegrí de CiU, el PP ha venido a Cataluña con “espíritu colonial”  (más un sinfín editoriales y columnas de periodistas aspirantes a convertirse en el palmero oficial del Reino).

Resulta chocante que para el gobierno de la Generalitat no sean una prioridad los incidentes y ataques a sedes de partidos políticos y militantes, parece que prefieren seguir aparentando que la fractura social no genera frustración ni tensiona emocionalmente a la sociedad, parece que prefieran continuar con la ficción de un “Proceso” pacífico, transversal, democrático… aséptico…

Se rasgan las vestiduras cuando Alicia Sánchez Camacho compara la situación del País Vasco con la de Cataluña, utilizan toda su maquinaria de propaganda para tratar de difamar a la dirigente popular, pero la realidad resulta muchas veces irónica, al día siguiente del “aquelarre” de los populares, las juventudes de ERC han homenajeado a un terrorista de Terra Lliure abatido por las fuerzas de seguridad en el año 1979… acto que ha acabado con gritos de “Visca Terra Lliure”.
¿Alguien desde el gobierno catalán ha condenado, criticado o cuestionado dicho homenaje?, ¿cuántas plumas al servicio del Régimen nacionalista han denunciado el evento?, ¿qué medios de comunicación han difundido la noticia?, ¿por qué la radio y televisión pública oculta este tipo de actuaciones?, ¿no será que la épica nacionalista es muy permisiva con la radicalidad propia (radicalidad en lo radical) y muy poco tolerante con los discursos que simplemente disienten de lo oficial?

Por mucho que nieguen la mayor, en Cataluña se está dando una fractura social, se percibe en cualquier conversación, en cualquier discusión, en cualquier tertulia, pero no solo en el fragor del debate, sino también en los silencios obligados para evitar malos ratos, en el hecho de que los partidarios del “Proceso” se permiten el lujo de hacer un proselitismo de la intimidad, de lo cercano, desde la soberbia y la superioridad del que cree saberlo (casi) todo de antemano, cualquiera que viva en Cataluña y tenga un mínimo de capacidad de atención dará cuenta de lo que digo.
Pero ¿por qué azuzar la división entre catalanes?, ¿por qué reducir la democracia a un juego de suma cero?, ¿por qué concebir el juego político como un enfrentamiento entre buenos y malos catalanes?, ¿por qué sobrecargar simbólicamente (con atributos peyorativos) a todo aquél que no sea partidario de hacer la “Consulta”?, ¿por qué de la obsesión por relacionar democracia y referéndum?, ¿la fractura es un fenómeno natural surgido del “pueblo” o es una estrategia de ingeniería social y manipulación política?

La respuesta a todo esto la podríamos encontrar en el ejemplo de la escisión del PSC, tanto en su vertiente política como en el tratamiento mediático, me explico, en cualquier sistema político “normal”, esto es, aquél que no está dominado por algún tipo de  épica teológica, nadie animaría a los díscolos a formar otro partido político más (nadie quiere más pirañas en su pecera), sin embargo, aquí en Cataluña, desde muchos frentes se les alienta a crear una nueva formación o fusionarse en algún otro grupúsculo de la órbita nacionalista.

De igual forma, desde los púlpitos de algunas radios (RAC1), se interpretaba la situación del líder del PSC de la siguiente manera “Pere Navarro está presionado por el sector “catalanista” del PSC y Alfredo Pérez Rubalcaba”, es decir, no es concebible que hayan muchos catalanes no partidarios de la consulta, la oposición a la misma debe ser siempre algo externo, algo ajeno al nosotros asimilador, un agente no legitimado por la catalanidad.

Y ese es el método utilizado por el nacionalismo, fracturar la sociedad catalana para alcanzar su objetivo político: legitimar un referéndum ilegal, innecesario y anacrónico inoculando una mentalidad favorable a esquema binarios, una naturalidad ante un frentismo muy poco democrático, una “igualación política” entre un artificio denominado “unionismo” y el independentismo (¿qué sentido tiene ser unionista de algo que ya está unido?: para confundir entre lo que es una realidad social, jurídica e histórica con lo que solo es un proyecto), una división entre los que se posicionan a favor o en contra de la independencia, y, sobre todo, un arrinconamiento, una condena al ostracismo, una estigmatización de antidemócrata a todo aquél que niegue la conveniencia u oportunidad de la consulta.

martes, 28 de enero de 2014

Cataluña-España: una propuesta de solución

La doctrina política del nacionalismo confirma una serie de elementos constitutivos de la Nación tales como la lengua, la cultura y la historia comunes, a los que habría que añadir la “voluntad de ser” de los ciudadanos, en el marco de lo que en el Siglo XIX se denominó los Estados-Nación, unos territorios claramente diferenciados de otros por los citados elementos constitutivos. Así, el Estado vendría a ser la culminación, la aspiración última del nacionalismo.
La verificación de poseer una lengua, cultura e historia comunes  a menudo puede ser ambigua o sujeta a variadas interpretaciones historiográficas y lingüísticas. Es por ello que el nacionalismo siempre ha reforzado las ideas de unión y cohesión entre los ciudadanos en torno a esos elementos “diferenciales” y diferenciadores de lo ajeno y a la potenciación del concepto de “voluntad de ser Nación”. Ejemplo de ello en Cataluña fueron las masivas campañas propagandísticas lanzadas por los sucesivos gobiernos Pujol desde los años 80, tales como “Som 6 milions” o “Depèn de vostè” o la más reciente “Dóna corda al català”. Muy conocida también fue la hábil y deshonesta  maniobra de Jordi Pujol en el caso Banca Catalana, al confundir deliberadamente la causa judicial contra él con una causa general contra Cataluña, con el resultado que todos conocemos.

Asimismo, desde sus inicios ha sido propio del nacionalismo catalán la creación de una jerga característica, machaconamente repetida por los medios controlados por el Govern o masivamente difundida a través de campañas publicitarias, a fin de instalar en la sociedad civil una manera de hablar y hasta de pensar, siempre resaltando lo autóctono y en contra del enemigo imaginario, España. Recuerden las conocidas palabras y frases “cohesió”, "És català qui viu i treballa a Catalunya i vol ser-ho” “fet diferencial” o las actuales de “Espanya ens roba”, “expoli” o “dret a decidir”.
A los anteriores propósitos coadyuvó de manera decisiva la  Llei 7/1983, de 18 d'abril, de normalització lingüística a Catalunya, votada, dicho sea de paso, por unanimidad en el Parlament, norma que instauraba ya desde su preámbulo conceptos tales como “llengua propia i oficial” refiriéndose al catalán, “llengua oficial” a secas (o sea, no propia) refiriéndose al castellano, “la normalització, un dret i un deure”, y cuyo objetivo era la extensión total del uso del catalán entre la población, extensión que, comenzando por la escuela y las distintas Administraciones Públicas, se ha llegado a aplicar de forma expeditiva y hasta coercitiva (multas por no rotular en catalán). La discriminación positiva que dicha Ley otorgaba al catalán en detrimento del castellano (que en un primer momento se podía entender dada la marginación sufrida en la etapa franquista), fue objeto de numerosos desarrollos normativos hasta culminar en la Llei 1/1998, de 7 de enero, de Política Lingüística, en donde ya sin ambages se definía al catalán como “instrument de cohesió social” y que sirvió de vía legal para la accesión de la lengua catalana a determinados ámbitos privados tales como los medios de comunicación, el mundo socio-económico, la documentación en masa, la industria cinematográfica y editorial… Ya entonces se había llegado demasiado lejos.
Tales cuerpos legislativos y su desarrollo normativo fueron la base, entre otras muchas acciones, para la regulación del uso del catalán en los patios de las escuelas, el impedimento de la elección por parte de los padres de la lengua castellana (en un territorio español) como vehicular en la enseñanza primaria de sus hijos, y las ya expresadas sanciones a comercios y empresas por no rotular en catalán.
Además de lo expresado, que por obvio resulta innegable, en la actualidad existe otra sanción cada vez más extendida en el ámbito nacionalista de la sociedad civil catalana, en este caso no pecuniaria sino social, mucho más sibilina, consistente en hacer el vacío o boicotear a todo aquel disidente de la doctrina oficial separatista hasta obligarle a callar o a “exiliarse” allende las “fronteras” catalanas o a ser visto y tratado como un paria.
Las anteriores acciones propagandísticas o normas legislativas, consecuencia de una estrategia perfectamente diseñada por el nacionalismo de finales de los años 70, han creado un ambiente propicio para la marginación de todo lo “español” en Cataluña (un caso paradigmático lo encontramos en la prohibición de la Fiesta de los toros sin que tal interdicción se haya extendido a los Correbous), para la exaltación del “pensamiento único” difundido a través de las mismas por un nacionalismo cada vez más indisimuladamente identitario, excluyente y atentatorio contra la libertad individual, cuyo final de ruta es y siempre fue la secesión de Cataluña de España.

En todos estos años, concretamente desde 1980, año en que Pujol ganó por primera vez las elecciones hasta la actualidad, los gobiernos españoles han ido cediendo cada vez más espacio al nacionalismo al mismo tiempo que el Estado iba “desapareciendo” sin cesar de Cataluña. Particularmente reseñable es el poder adquirido por CiU y por el separatismo catalán en los años 90 como consecuencia de los sucesivas mayorías simples de PSOE y PP, lo que llamaba Pujol con atroz cinismo algo así como “contribución leal a la gobernabilidad del Estado”, poder que utilizó única y exclusivamente para sus fines “nacionales”; y también entre los años 2004-2011, de gobiernos del PSOE, periodo de aprobación de un nuevo Estatut, a posteriori declarado, en parte, inconstitucional, y del advenimiento de ERC como partido de gobierno (el funesto tripartito) y actual co-promotor de la deriva secesionista.
Y ahora, como cénit de este estado de cosas, nos encontramos con la paradoja de un Gobierno del PP con mayoría absoluta que ha hecho de la callada y la inacción sus pautas de conducta, ab initio y ab integro,  respecto de lo que sucede en Cataluña.
Al principio de este artículo escribía que a los elementos constitutivos de la Nación, la lengua, la cultura y la historia, había que añadirle para su efectividad la “voluntad de ser Nación”. Este requisito se proponen cumplimentarlo los secesionistas a través de un referéndum en Cataluña y sólo en Cataluña para separar Cataluña de España y sin que el resto de España tenga nada que decir.
En estos términos, ya por sentido común, la consulta es un disparate, además de no encontrar cobijo legislativo en nuestra Constitución de 1978. Para conseguir tal objetivo, se valen una vez más de una potentísima campaña propagandística orquestada y ejecutada por los medios de comunicación públicos, los privados afines, los partidos políticos oportunistas, y las asociaciones organizadas y subvencionadas por el Govern, tales como la ANC o Omnium Cultural, en torno al eslogan “dret a decidir”, cuyo argumento total es “votar es democrático”, sin apelación ni respeto alguno a la Ley vigente.
Conviene recordar que cualquiera que sea la organización política del Estado (federal como USA o Alemania, centralizada como Francia o autonómica como España, por citar algunos ejemplos) debe servir prioritariamente a los intereses del ciudadano, aparcando como secundarias otras cuestiones, digamos, de índole nacionalista o diversa. Este criterio de universal aceptación y sentido común a menudo no se ha tenido en cuenta en España ni por parte del Estado ni por parte de las Comunidades Autónomas. Así, la creación de una Policía autonómica en Cataluña o en el País Vasco no obedeció a criterios de eficacia sino de identidad “nacional”; la instauración del catalán como lengua vehicular en la enseñanza tampoco atendió al principio de servicio al ciudadano sino a la llamada “construcción nacional”; o, en fin, la traspasada competencia autonómica en materia de incendios tampoco respondió a pautas de eficacia sino a un erróneo y avaro reparto competencial (en nuestra memoria colectiva queda grabado el triste incendio de Guadalajara de 2005 con un saldo de 11 fallecidos en que se hizo patente una pésima coordinación entre los servicios contraincendios de las autonomías de Madrid y Castilla-La Mancha). Desde el punto de vista del Estado, tampoco se comprende en términos de efectividad y de servicio el gran atraso de las inversiones en Cercanías de Renfe en Cataluña o en los accesos ferroviarios al Puerto de Barcelona, o en el nulo apoyo del Gobierno central al Eje Mediterráneo, afortunadamente impulsado al fin por la UE. No parece tampoco que el (decimonónico) criterio radial en las comunicaciones terrestres en España, cuyo omnipresente centro es Madrid, sea el más apropiado a fin de servir a las personas y empresas españolas.
En definitiva, hemos asistido en demasiadas ocasiones a disputas estériles e inacabables  entre la Administración Central y las autonomías que han provocado, por un lado, un mal servicio o sencillamente una carencia de este, y, por otro, la desconfianza entre Administraciones y el enfado de los ciudadanos, lo que ha sido hábilmente utilizado por los separatistas como un arma arrojadiza contra “l’Espanya que ens roba”.
El anterior relato fáctico, en todo caso enumerativo y no exhaustivo, ha desembocado en el último paso del Gobierno Mas&Junqueras, dictar fecha y pregunta para la consulta separatista que, de celebrarse, arrojaría una división casi al 50% entre los partidarios y contrarios a la secesión, según todas las encuestas. En efecto,  todo este cúmulo de factores y de errores ha llevado a una acentuada división de la sociedad catalana entre partidarios y detractores del separatismo, con posiciones ciertamente enrocadas de difícil conciliación y, en según que aspectos, de imposible rectificación.
Como dijo Sir Fred Hoyle, “las cosas son lo que son porque fueron como fueron”. Así es. Errores se han cometido por parte de todos y a ningún sitio conduce lamentarnos.
En este punto, los que somos partidarios de que Cataluña siga siendo España tenemos la responsabilidad de encontrar un escenario acorde con ese fin y con la realidad socio-política actual (cediendo y siendo leales por ambas partes), que sea convincente (ya que no se trata de vencer al adversario político), que sea posible (pues lo imposible nos llevaría a la melancolía), que dote de un mejor servicio al ciudadano catalán y del resto de España (fin último de cualquier política) y que sea perdurable para los próximos cien años (evitando así las recurrentes tensiones territoriales).
En mi opinión, las características del mismo pasarían por seis grandes ejes:
En primer lugar, el reconocimiento en sede constitucional (por tanto, exigiría modificar la Carta Magna) de la singularidad de Cataluña, aceptando incluso el vocablo nacional para ésta, dentro de la Nación española, que seguiría siendo, por consiguiente, patria común e indivisible de todos los españoles (tal como reza el artículo 2 de la Constitución de 1978) y cuya soberanía nacional residiría en los mismos (artículo 1.2 de la Constitución de 1978).


En segundo lugar, nuevo sistema de financiación implementando el principio de ordinalidad, al establecer un límite a la solidaridad de Cataluña con el resto de Comunidades Autónomas. Aceptación de una nueva redacción del actual artículo 2 in fine de la Constitución de 1978.
En tercer lugar, compromiso de ejecución de todas las inversiones comprometidas y pendientes del Estado con Cataluña en un plazo determinado, a determinar.
En cuarto lugar, recuperación por parte del Estado de aquellas competencias en Educación que proporcionen una coherencia educativa en todo el territorio español, impidiendo adoctrinamientos nacionalistas.
En quinto lugar, aceptación de la simultaneidad, como mínimo, del catalán y del castellano (introduciéndose el inglés de forma paulatina) como lenguas vehiculares en la escuela y como lenguas habituales en las Administraciones Públicas.
Y en sexto lugar, aprobación de un nuevo Estatut recogiendo las anteriores disposiciones y medidas.
Bastantes abusos se han cometido ya en nombre de la Patria a lo largo de la historia. El ciudadano, su libertad y su bienestar, deben ser los referentes de cualquier política u organización territorial decente y efectiva.  Y atendiendo a este principio siempre habrá una posibilidad real de concordia.
El desafío es grande y nada va a ser fácil. Pero tenemos la obligación de entendernos por el bien de todos.


José Miguel Guimaraes

lunes, 13 de enero de 2014

El síndrome de Pau Casals

El motivo que me inclinó a levantarme del asiento y abalanzarme sobre mi ordenador para escribir este artículo fue la lectura y visionado de la página la página oficial el tricentenario de 1714. En ella, de forma metódica, se trasmite una explicación cuanto menos partidista de la realidad catalana de 1714. A mi humilde entender, se trata de una plataforma de comunicación que de manera ingeniosa trasmite una visión idílica y pseudo-democrática de nuestra realidad pasada, con una clara intencionalidad política y reivindicativa inmersa en el marco secesionista en boga en los últimos años.
La fórmula utilizada no es nueva. Uno de los pilares fundamentales de la historiografía nacionalista tradicional, es la supuesta existencia de una proto-democracia catalana en pleno periodo feudal.
El lema de la campaña “Viure Lliure” no deja de ser un ejemplo claro de ese uso intencionado de las palabras. Su origen está en la bandera negra alzada por los defensores de Cardona en la que se podía leer “Viurem Lliures o morirem”. La bandera negra, lemas aparte, significaba que la plaza no pedía ni concedía cuartel. Es decir, que estaba decidida a luchar hasta el final. Esa no fue la única bandera negra alzada tras la resolución de “Guerra a Ultranza” decretada por la Junta de Brazos de 1713. En Montjuic, se izó otra con la leyenda "Morts o els nostres privilegis conservats".


Dado el origen eminentemente belicoso del lema escogido, resulta interesante el giro interpretativo que se le da a la hora de enfocarlo a la opinión pública, así como la eliminación del incomodo término “privilegis” que tanto importó a la oligarquía barcelonesa de 1713-14 y que parece no servir a los intereses de la campaña orquestada por la Generalitat y por el Ayuntamiento de Barcelona.
Basta visionar el vídeo promocional para ver como se le cambia el sentido, preguntando a la gente sobre sensaciones que nada tienen que ver con lo sucedido hace 300 años, pero que trasmiten valores positivos como la libertad, interrelacionándola indirectamente con la perdida de los fueros en 1714




La elección cuidadosa de las palabras a la hora de trasmitir una imagen idealizada de nuestro pasado va por los mismos derroteros. En el mismo contexto, pudimos ver por Barcelona grandes lonas que cubrían edificios enteros con la carátula de las Constituciones de 1702 o con el lema “Viure Lliure”. Palabras como “Constitucions, Parlament, Braç popular o Llibertats, son usadas con profusión en detrimento de otras como Usatges, Privilegis, Insaculació o Estament. Que aunque forman parte de una misma realidad, podría alejar al perceptor de la idea de pasado democrático que se pretende trasmitir. Los Usatges pueden recordar a los Malos Usos que llevaron al campo catalán a revelarse contra las leyes feudales más duras en las Guerras Remença durante la segunda mitad del siglo XV. Privilegios es un término poco agraciado que recuerda en demasía las ventajas de sangre de la nobleza durante el Antiguo Régimen. La Insaculación, pese a ser el asunto que mayores discusiones provocaron durante las Cortes de 1702 se deja de lado, ya que la elección por sorteo y limitada de los principales cargos públicos, puede alejarse de la idea liberal que se nos pretende trasmitir. Finalmente Estamento, al igual que Privilegio, puede inducir hasta al profano que se está hablando de feudalismo en estado puro. Sea cual fuere el motivo, estos términos pasan a ser non gratos para la causa, potenciándose otros que suenan mejor al oyente del siglo XXI. Para otro artículo quedará el juego de la palabra y la imagen, perfectamente cuidado a la hora de transmitir un vínculo entre pasado y presente en la campaña “Viure Lliure”.
En definitiva una de las características de parte de la historiografía nacionalista catalana, ha sido la de crear un marco mental donde el común de los catalanes perciba que en su pasado como pueblo, éramos una nación cuyo paso firme hacia la democracia y la opulencia se vio truncado por injerencias exteriores. Léase España y Francia.
Un ejemplo contundente del éxito de esta política la tenemos en el memorable discurso que Pau Casals pronunció en la ONU. Hombre culto, magnifico violoncelista, universal y viajado como pocos, cayó en una serie de errores de interpretación histórica monumentales.

El 24 de octubre de 1971, en la Sede de las Naciones Unidas, al lado del Secretario General U-Tang, Pau Casals declamó uno de los discursos más emotivos que se han pronunciado en dicha sala. Ya muy anciano, de aspecto cansado y profundamente emocionado, trasmitió con credibilidad el mensaje que quiso universalizar. No hay duda que Pau Casals creía hasta las últimas palabras que pronunció. No se vislumbra en él deseo de confundir ni de mentir. Duró casi dos minutos, y en tan corto espacio de tiempo, explicó al mundo lo que fue Cataluña y su aportación decisiva a la democracia y a la paz mundial. Dijo así:

-                     Dejadme que os diga una cosa. Soy un catalán, actualmente una provincia de España. Pero, ¿qué fue Cataluña? Cataluña fue la nación más grande del Mundo. Os diré porqué: Cataluña tuvo el primer Parlamento, mucho antes que Inglaterra; Cataluña acogió los inicios de las Naciones Unidas; todas las autoridades de Cataluña del siglo XI, se encontraron en una ciudad de Francia que entonces era catalana para hablar de Paz: ¡en el siglo XI! Paz en el mundo y en contra de las guerras. Eso era Cataluña… Estoy tan contento, tan emocionado de estar aquí con vosotros.

En ese momento se emocionó y abrazo al Secretario General U-Tang entre los aplausos del público. Magnifico discurso, aunque históricamente hablando, ni remotamente parecido a la verdad ni remotamente parecido a la verdad.
Dejando las presentaciones a un lado, en cuanto Pau Casals empieza a hablar de Historia, empiezan las incorrecciones. La primera va en doble sentido. Independientemente que el primer Parlamento del que se tiene constancia tuvo lugar en León en 1188 en León en 1188, 26 años antes que el celebrado en la Suda de Lérida en 1214, el mensaje que se quiere transmitir es que hace 800 años en Cataluña ya teníamos Parlamento. Cuando difundes una idea fuerza como esta y en la ONU, el mensaje que le llegará al común de los mortales es que, si tenían parlamento, era una democracia.
            Por un lado, Cataluña, para lo bueno y para lo malo, no ha estado nunca alejada del resto de Europa. El citado Parlamento, Cortes si hemos de ser precisos, al igual que el resto de las monarquías europeas de la época estaba formado por tres grupos, el eclesiástico, el nobiliario y por las oligarquías ciudadanas. Es decir, por una minúscula elite feudal. Lejísimos de la idea liberal-democrática que se pretende transmitir. De hecho, la larga historia de las Cortes catalanas y de sus leyes, nació y se truncó en el marco de una sociedad de Antiguo Régimen, con leyes feudales, con sus estamentos, privilegios y soberanía limitada por derechos de sangre.


Por otro lado, el presentar a Catalunya como madre de la presente ONU rebasa todos los límites de la imaginación y de la errónea interpretación de la  Historia.  Cuando habla de esta reunión por la paz en el siglo XI, Pau Casals, se refiere a las asambleas de "Pau i treva de Déu", celebradas a partir de la de Toluges 1027 e impulsadas por el Abad Oliva. Dicha iniciativa de la iglesia, muy común en la Europa de aquellos años, venía enmarcada en plena revolución feudal y en un clima de inusitada violencia y falta de poder condal. El absoluto terror reinante en aquel periodo, provocado por una nobleza muy agresiva, impulso a la iglesia a buscar un acuerdo de mínimos que sobre todo garantizase la seguridad de sus bienes, y de paso, otorgase al campesinado local, cierta protección. Este primer paso, al que el compositor hace referencia, se limitó al condado de Rosellón, y a la diócesis de Elna, pactándose una tregua los sábados y lunes para respetar el precepto dominical y la prohibición del robo de bienes de la iglesia so pena de excomunión. De ahí, a ser los padres de la Organización de las Naciones Unidas, va un trecho, y este supuesto pacifismo innato en los catalanes, surgió precisamente por lo contrario, insistiendo como no, que tanto los excesos de la violencia feudal, como los intentos de la iglesia por contenerla fueron comunes en toda Europa durante aquellos años.

Sin extenderme más, vemos como la difusión de un pasado virtual politizado en exceso cala aún en mentes preclaras. La utilización de palabras de uso cotidiano que hoy se refieren a instituciones democráticas, hace sólo trescientos años tenían un significado completamente diferente. Cataluña no tuvo el primer Parlamento de Europa, ni cuando lo tuvo era ni lejanamente democrático. La paz y tregua de Dios no fue ni remotamente el origen de la Sociedad de Naciones y de la Paz mundial. En definitiva, la Cataluña del siglo XI no fue ni más ni menos que cualquier otro conglomerado de feudos independientes típico de una de las eras más oscuras de occidente.

Oscar Uceda Márquez


sábado, 11 de enero de 2014

El español en la inmersión lingüística

Uno de los argumentos que con más frecuencia utiliza el gobierno catalán a favor de la inmersión lingüística es que los alumnos aprenden catalán y español hasta un nivel óptimo. Normalmente, nos dice que los alumnos catalanes conocen ambas lenguas por igual y que si una la saben mejor que la otra, esta es siempre el español.
No hay ningún problema, pues, según la Generalitat: se cumple escrupulosamente la Ley de Educación de Cataluña (LEC), que en su artículo 10.1 estipula que “los currículos deben garantizar el pleno dominio de las dos lenguas oficiales al finalizar la enseñanza obligatoria”.
Estas afirmaciones son tomadas con cautela por muchos en Cataluña. ¿Una escuela monolingüe, es decir, que enseña en una sola lengua, consigue el pleno dominio de dos, así sin más? Todo aprendizaje requiere un esfuerzo, un tiempo y una dedicación. Si todo esto no está respecto al español en las escuelas, ¿cómo tiene lugar este aprendizaje?
Sabemos, porque nos lo muestra la experiencia y está suficientemente desarrollado teóricamente, que el desarrollo del lenguaje formal y complejo, escrito y oral, requiere muchos años de aprendizaje. Por esta razón, en prácticamente todas las escuelas del mundo, desde la educación primaria hasta la secundaria,  la impartición de asignaturas tiene siempre dos objetivos: la adquisición de los contenidos propios de la materia y el desarrollo del lenguaje. En las escuelas, el lenguaje se desarrolla a través del uso,  de la realización de tareas académicas. Así, en Cataluña, los alumnos aprenden catalán esencialmente a través de realizar las tareas escolares de todas las asignaturas en esta lengua. La asignatura de lengua catalana ayuda pero es sólo un complemento y además, está muy restringida al aprendizaje de la gramática descriptiva (qué es una preposición, qué clases de adjetivos hay,  etc.)


Respecto al español, en el sistema de inmersión no se realiza ninguna asignatura en esta lengua ya que toda la enseñanza se limita a la asignatura de lengua española. Y ésta se basa esencialmente en el estudio de la gramática descriptiva, igual que en la asignatura de lengua catalana. Lo que sí llevaría a un desarrollo sólido y  óptimo del español para los alumnos catalanes sería el poder realizar algunas asignaturas en esta lengua porque ello les permitiría practicar y usar la lengua. Pero esta posibilidad no existe en el currículum escolar catalán. La consecuencia es que se priva a los alumnos de la principal herramienta para el desarrollo del español formal y culto.
Para la Generalitat esto no es un problema. En Cataluña, nos dicen,  el español se aprende en la calle por lo que es superfluo el aprenderlo en la escuela.  Lo que se omite, sin embargo, es que este aprendizaje “en la calle” está necesariamente restringido a los registros orales y coloquiales de la lengua. Y que, por lo tanto,  el aprendizaje del español en sus registros cultos y formales no puede aprenderse en la calle; debe tener lugar en la escuela. Un ejemplo puede ilustrarlo: la práctica totalidad de los alumnos catalanes saben decir “es muy necesario que hagamos esto” pero sólo algunos saben expresarse diciendo “tenemos una necesidad acuciante de realizar esta tarea”.  El lenguaje de la primera frase es coloquial y  puede aprenderse en la calle mientras que el lenguaje de la segunda es culto y se aprende en la escuela o, en todo caso,  lo pueden aprender algunos alumnos concretos que leen mucho en español fuera de la escuela.
Así, podemos decir que por lo que respecta al sistema educativo catalán, éste carece de un programa estructurado para que los alumnos acaben la enseñanza sabiendo usar el español de forma correcta, rica y precisa tanto de forma oral como escrita.  Más bien, el enfoque parece ser que cada alumno llegará donde llegue en su conocimiento del español, dependiendo de si es su lengua materna, de si lee mucho en esta lengua fuera de la escuela o de si tiene un entorno culto que la usa.
¿Cómo podría cambiarse este estado de cosas? La mejor alternativa sería un modelo escolar bilingüe catalán-español, con asignaturas en ambas lenguas. Este modelo escolar sí tendría un currículum que podría llevar a los alumnos a alcanzar un pleno dominio de ambas lenguas oficiales.  
Sin embargo, la Generalitat es absolutamente contraria a la introducción de un modelo bilingüe con el argumento de que sería un ataque al catalán que impediría su aprendizaje. La realidad, sin embargo,  es que nunca se nos ha explicado de manera convincente por qué  una enseñanza bilingüe, con la mitad o más de asignaturas en catalán, sería un ataque a esta lengua que impediría su aprendizaje.  Y no se nos ha explicado porque esto no sucedería así.
 En primer lugar, una enseñanza bilingüe no impediría el aprendizaje del catalán porque esta lengua también sería vehicular. Y en segundo lugar, ¿por qué sería un ataque al catalán? Sí lo sería, en todo caso, volver a la enseñanza monolingüe en español que ya padecimos en Cataluña no hace tanto tiempo. Pero la modificación del modelo monolingüe catalán para integrar el español y facilitar el desarrollo sólido de ambas lenguas ¿sería un ataque al catalán? Que una escuela bilingüe catalán-español tuviera como prioridad el reflejar la realidad bilingüe de Cataluña y equipar a los alumnos para desenvolverse adecuadamente en ella,  ¿sería un ataque al catalán?


Las propuestas de enseñanza bilingüe catalán-español no son, lógicamente, un ataque a la lengua catalana sino que suponen una crítica a una de las joyas de la corona del proyecto político nacionalista, hoy independentista. Este proyecto aplicado a la educación es el actual modelo de inmersión, obligatorio para todos los alumnos.  En este modelo,  como podemos observar,  la preocupación no está del lado de los alumnos y de cómo responder mejor a sus necesidades lingüísticas sino que está en cómo implementar bien el proyecto político.
¿Cómo se concreta este proyecto político en la educación? Todo parece indicar que el principal objetivo de la inmersión es intentar cambiar la relación de fuerzas entre las dos lenguas oficiales. La idea subyacente parece ser que si todos los alumnos estudian únicamente en catalán, los que la tienen como lengua materna la consolidarán y aceptarán como única y los que no la tienen como lengua materna llegarán a identificarse con ella y acabarán rechazando o usando de forma muy reducida su lengua materna. Así, las generaciones jóvenes se identificarán sólo con el catalán, al que considerarán su única lengua propia. Ello se traducirá en un aumento del número de ciudadanos que usan el catalán habitualmente y una drástica reducción del número de aquellos que usan el español u otras lenguas. Y de la identificación con la lengua a la identificación con la nación hay un paso muy pequeño, se presume, y efectivamente así es en algunos casos.  

En conclusión, desde un punto de vista pedagógico, el actual modelo de inmersión no puede considerarse adecuado para el aprendizaje del español. Es sólo desde la perspectiva de los intereses políticos que se puede afirmar que no hay ningún problema con el aprendizaje del español en las escuelas de Cataluña.  

Mercè Vilarrubias
Nota: este artículo fue publicado en El País (12-12-13)

martes, 7 de enero de 2014

Cambio de marcha

En vista de las reiteradas advertencias de la Comisión Europea de que la independencia de Cataluña supondría su exclusión de la UE, el nacionalismo catalán trata ahora de demostrar a los ciudadanos de Cataluña que este hecho no comportaría problemas mayores en el día a día de los catalanes. Por ello, se nos dice que Cataluña podría obtener un estatuto similar al de Suiza para acceder al Mercado Único Europeo, seguiría utilizando el euro como moneda de curso legal y que todos nosotros obtendríamos la doble nacionalidad (catalana y española) lo que nos permitiría gozar de facto de las ventajas de la pertenencia a la UE aun estando fuera de ella y hasta que la adhesión a la UE fuera una realidad de jure. Sin embargo, me temo que la cuestión no es tan simple.
En primer lugar, una vez excluida de la UE, para tener acceso al Mercado Único Europeo (libre circulación de mercancías, servicios, personas y capitales), Cataluña debería firmar un acuerdo similar al que la UE tiene con Suiza, con la EFTA (es decir, Noruega, Islandia y Liechtenstein) a través del denominado Espacio Económico Europeo (EEE) y con algunos otros países. Efectivamente, de ser así, las exportaciones de las empresas catalanas a la UE no estarían sujetas a ningún arancel, los ciudadanos podríamos circular libremente y los capitales tener libertad para efectuar inversiones en su territorio.
Sin embargo, hay que recordar que la UE tiene como principio el no negociar este tipo de acuerdos con aquellos estados que no pertenezcan a la Organización Mundial del Comercio (OMC), como sería inicialmente el caso de una Cataluña independiente (un proceso que lleva su tiempo). Pero, además, hay dos pequeños problemas: para empezar, que la firma de un Acuerdo de Asociación exige la aprobación por parte de todos y cada uno de sus estados miembros tanto del mandato de negociación como del texto final del acuerdo debido al sistema de distribución de competencias existente entre éstos y la UE propiamente dicha. Asimismo, que la entrada en vigor de un tal acuerdo puede llevar varios años (entre negociación y ratificación por cada estado miembro), si bien es cierto que el Consejo de la UE podría decidir (por mayoría cualificada) la aplicación provisional de aquellos aspectos del acuerdo que estuvieran bajo competencia exclusiva comunitaria (como por ejemplo, la eliminación de los aranceles a las exportaciones de mercancías) sin esperar a su ratificación. En cualquier caso, todo el proceso (entrada en la OMC y firma del acuerdo) podría llevar algunos años (entre 3 y 5). Por lo tanto, las reticencias de parte del empresariado catalán hacia la independencia seguirían estando plenamente justificadas por lo que ésta supondría de sobre coste a sus exportaciones y dificultades en sus inversiones, como mínimo en el corto y medio plazo. 


En segundo lugar, es  cierto que una Cataluña independiente podría continuar utilizando el euro como moneda oficial. Sin embargo, y dada la idiosincrasia del BCE, tengo mis dudas de que fuera posible la firma de un acuerdo monetario con Cataluña, entre otras cosas porque al día de hoy el control de los agregados monetarios es todavía uno de los pilares de su política monetaria lo que supone, por su parte, el querer reducir a lo estrictamente necesario las situaciones “especiales” de países que utilizan el euro fuera de la UE y que, además, disponen de un tal tipo de acuerdo (que, hoy por hoy, sólo incluye a pequeños países como Andorra, Mónaco, San Marino y El Vaticano).
Sin embargo, el problema vendría de las dificultades que los bancos catalanes encontrarían para poder refinanciarse a través del BCE, ya que estos no podrían hacerlo más que de una forma limitada a través de una filial o sucursales establecidas en la UE. Esto es debido a que el depósito de garantías (el llamado colateral) es una exigencia ineludible para acceder a la liquidez del BCE; pero no cualquier garantía, sino solamente las de empresas establecidas en el EEE (para activos negociables) o en la zona euro (para activos no negociables), estando específicamente excluidas las garantías dadas por el banco mismo u otra entidad en el que éste tenga una participación superior al 20%. En conclusión, las restricciones en el acceso de los bancos catalanes a la refinanciación del BCE en situaciones difíciles como las vividas durante la presente crisis (donde los bancos españoles no tenían acceso al mercado, incluido el interbancario) habría puesto en duda con toda probabilidad la viabilidad misma de los principales bancos catalanes, un verdadero desastre económico para Cataluña, ya que al no disponer de un banco central propio que les proporcionara la liquidez suficiente ni teniendo la Generalitat la capacidad para acudir en su ayuda vía presupuesto, la única alternativa hubiera sido la intervención del FMI a través del programa de ayuda correspondiente y su condicionalidad. Y no podría ser de otra manera, ya que si todos los bancos no comunitarios pudieran acceder a la liquidez del BCE a través de una filial o sucursal, el BCE podría llegar a ser la fuente de liquidez de toda la banca mundial. Algo imposible. Ello solamente es así, fundamentalmente, para las operaciones que los bancos no comunitarios tienen con empresas de la UE.
Pero es que, además, existen otras consecuencias. Solo por citar un ejemplo, el hecho de quedarse fuera de la futura Unión Bancaria supondría un mayor riesgo implícito para los bancos catalanes (pues no disfrutarían de los mecanismos de protección incluidos en ella) que con toda seguridad se reflejaría en un sobre coste en la financiación (mayor prima de riesgo) que quisieran obtener del mercado.

Pero menos mal que algunos han encontrado la solución para hacer entrar en razón a España una vez independientes: no aceptar pagar la parte de la deuda en circulación del Reino de España que tocaría a Cataluña (sea en función de su población o de su importancia económica). Esta posibilidad no existe de verdad en la práctica. Desde luego que Cataluña debería asumir la parte que le tocaría de la deuda del Reino de España en caso de establecerse como estado independiente, ya que si no fuera así estoy convencido que los mercados financieros se cerrarían a cal y canto a cualquiera de las emisiones de deuda catalana pues sería algo equivalente a repudiar una parte de tu propia deuda. Una situación que implicaría no solo el no poder emitir deuda neta nueva (para financiar el déficit público de la Generalitat), sino también la refinanciación de la existente con el evidente riesgo de impago de la misma y, otra vez, la irremediable intervención del FMI y el subsiguiente programa de ajuste que con toda seguridad incluiría la aceptación de la parte correspondiente de la deuda del Reino de España.

Víctor Andrés Maldonado

Nota: Este artículo fue publicado en El País (19-12-13)