Javier Flores
Lo que se convirtió en el fichaje
del verano en Can Barça va camino de convertirse en el mayor de los quebraderos
de cabeza de la historia reciente del FC Barcelona. Tiene todos los
ingredientes necesarios para serlo: desde ese concepto etéreo llamado Madrid, Audiencia Nacional, el juez Ruz,
hasta un fiscal que “no es uno de los nuestros”. Todo ello en un contexto
político alterado que nadie duda en incluir para desviar la atención y, para
hacer más hincapié si cabe en un victimismo creciente en el cual cabe hasta lo
más surrealista.
Nada nuevo se descubre diciendo
que el FC Barcelona forma parte de la estructura del nacionalismo ideológico;
es más el propio club así se identifica. Todo lo que le pase a la entidad tiene
trascendencia más allá de la misma; por eso es Més que un Club.
Lo que es nuevo en todo este
asunto es la asunción por parte del club, en sus declaraciones, de unos
alegatos que hasta entonces sólo se ceñían a la esfera política. La manía
persecutoria que caracteriza el discurso del nacionalismo catalán se pudo
apreciar en los primeros coletazos tras la interposición de la querella por
parte del socio culé Jordi Cases, incrementó con las declaraciones del
presidente sucesor Bartomeu y, tuvieron su culmen ayer con la imputación del FC
Barcelona como persona jurídica.
Es importante remarcar que ni el
hecho de que haya sido un socio de la casa y que este además se manifestara
como independentista han servido para impedir que desde la parroquia
nacionalista se lancen sus soflamas clásicas dirigidas a la prensa deportiva
madrileña, y a Madrid en general.
Porque simplemente en la mentalidad de la ideología nacionalista no existe la
autocrítica y, aún menos, la asunción de que algo se ha podido hacer mal. Y es
que, ¿cómo un socio de la casa, y además nacionalista, iba a demandar a su
club? ¿Cómo lo iba hacer interponiendo la querella en Madrid? Dos preguntas tan
directas a las que, ni los propios dirigentes culés sabían encontrar respuesta.
Todos salvo uno: Bartomeu.
El recién estrenado Presidente
dio con la tecla correcta en la comparecencia en la que reconocía que el Club Condal pagó más de lo
que inicialmente afirmó. Apenas se aprecia diferencia alguna con las
declaraciones con las que, cada día, inundan nuestros periódicos los dirigentes
nacionalistas: desviar la atención, dejar caer un supuesto agravio, una
sensación de persecución sistemática y, sobre todo, un “que si esto lo
tuviéramos bajo control no pasaría”. De su comparecencia, al día siguiente la
generalidad de la prensa destacó los siguientes extractos:
-
En Madrid
han hecho volar muy alto al socio Jordi Cases.
-
Parece que
en Madrid cuesta digerir que tengamos a jugadores como Messi o Neymar.
-
Da la
impresión de que en Madrid quieren ganar en los despachos lo que no ganan en el
campo.
-
En Madrid
hay un fiscal que no conocemos, no es uno de los nuestros.
¿Casualidad en estas
declaraciones? No. Bartomeu sabía perfectamente lo que hacía y la repercusión
que sus palabras iban a tener. El presidente sabía, y sabe, que acudiendo a ese
discurso controla a gran parte de la masa culé: esa a la que gusta presentar
los clásicos como un España vs Cataluña, colgar sus carteles de Catalonia is not Spain, etc. Tanto es
así que poco tardaron desde los medios de comunicación de la ciudad condal en
vincular la querella con unos supuestos poderes fácticos. Más allá de
declaraciones del tipo “nos tienen envidia” o el típico “eso es porque llevamos
mucho ganando”, hay que destacar dos.
El primero fue Xavi Bosch, que en
declaraciones al Tu diràs de RAC1
afirmó que una persona de las altas esferas judiciales españolas comunicó al
Barça que Florentino Pérez había llamado a Aznar, Aznar a Gallardón y que en 24
horas el fiscal había cambiado lo que pensaba de este caso. Y el segundo, Francesc Perarnau, Subdirector de Mundo Deportivo,
afirmando que el principal instigador no podía ser el socio por su sola
voluntad, sino que había sido animado por un tercero, ni más ni menos que
Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid. Todo ello con la ayuda de una
fiscalía merengue y de un juez que, según él, es socio del Real Madrid.
Dos declaraciones que no son
dichas por personajes de poca importancia sino creadores de opinión y que, al
menos en el caso de Xavi Bosch, sabemos por qué lo dicen y con qué intención.
Si uno sigue la política catalana, sabe perfectamente de qué pie calza este
sujeto.
Sin embargo, estas dos
declaraciones no son nada comparado con lo sucedido el 20 de febrero, a raíz de
la imputación del FC Barcelona como persona jurídica. El tono de voz sube
cuando periodistas como Jordi Basté, en el Món
de RAC1, o Lluís Mascaró, Director Adjunto de Sport, entre otros, afirman sin tapujos que existe una conspiración
del Estado contra el Barça. Una conspiración en la que afirman que el club es
la cabeza de turco de una venganza contra el propio club por la envidia que
genera, la consulta, la Vía Catalana y los jueces que firmaron el manifiesto a
favor de la independencia. Y porque no hay más que sino los metemos en el paquete.Una
vez dado el pistoletazo de salida al nacimiento de la Teoría de la
Conspiración, TV3 no se iba a quedar atrás. El programa Els Matins de TV3 del pasado 21 de febrero le dedicó un espacio que
no tuvo desperdicio. Además de la presentadora, Helena García Melero, había
siete personas más. Una de ellas José Gay de Liébana que cumplía el cupo de la
pluralidad, y así se lo recordaron en dos ocasiones cuando le preguntaron si
era perico y no independentista.
Gay de Liébana iba muy bien
explicando lo que sucedía, pero no era suficiente. Helena y sus compañeros
necesitaban algo más, un comentario dicho por una persona nada dudosa que diera
credibilidad a la Teoría. Y llegó cuando Gay de Liébana dijo que la causa era
un sinsentido y que estaba diseñada con la intención de hacer daño al FC
Barcelona y Cataluña. ¡Por fin! Pensó Helena que lo acompañó de un sonoro
“zasca” y remarcando que él es perico y no independentista. Todo un espacio
informativo bañado de un surrealismo donde los contertulios buscaban oír dichas
palabras como el drogadicto que busca su dosis de droga diaria.
Todo este tipo de declaraciones
no van a parar. Continuarán a medida que avance el proceso judicial. La
sinrazón dialéctica ya ha invadido el debate. Un debate donde debería primar
que el FC Barcelona pague lo que tenga que pagar y no si se trata de una
histeria colectiva más en busca de un chivo expiatorio que haga comprender que
el proceso se inicia a raíz de un socio culé independentista.
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