Xavier Lastra
[Este artículo es una continuación o apéndice de uno más largo que ya
escribí también para Puerta
de Brandemburgo. Creo que
se puede leer sin haber leído aquel, pero en cualquier caso ambos tratan el
mismo tema y únicamente aquí me he centrado en resumir por puntos algunas
cuestiones que quizás obvié, ignoré o no expliqué muy bien. Además, la marcha
continua y aparentemente sin frenos de la consulta me ha obligado a volver a
insistir, aunque sea para una breve actualización.]
Un referéndum sobre la independencia es siempre una victoria para el bando
nacionalista, incluso aunque pierda (salvo derrota humillante y extrema).
Preguntar nunca es una acción neutra, pues ubica -por encima de todo otro tema-
tal cuestión bajo el foco de la atención de la sociedad y los poderes del
Estado (o del gobierno que sea). El coste de oportunidad por centrar una
legislatura en un referéndum es
evidente, y es ingenuo esperar que la propuesta de cualquier pregunta en tales
condiciones no modifique las preferencia de los votantes pues el simple hecho
de avisar que se preguntará (por no hablar de hacer campaña contante)
seguramente modifique la opinión de muchos sobre el tema al obligarles a pesar
sobre ello, cosa que antes nunca habían hecho al estar en la cola de sus
intereses y prioridades. Igualmente, al hacer un referendo el precedente ya
está sentado y se ha aceptado la validez de que tal cuestión pueda ser votada,
y así el bando independentista siempre puede volver a convocar el referendo
alguna vez más. Por otra parte, la aceptación del referéndum, incluso cuando se
esconda tras una consulta no vinculante de dudoso valor jurídico, ya presupone
en cierto modo la soberanía que se pretende votar y declarar.
Incluso aceptando las extremas premisas del “procés” catalán, por el cual
no se requiere mayor legitimidad que la mera convocación unilateral del
referendo (y si la otra parte no lo acepta, es su problema), lo mínimo sería
que la pregunta fuera justa. Es un mínimo que incluso la democracia más radical
necesita cumplir para poder seguir arropándose con una áurea de cierta
superioridad moral. Al fin y al cabo, nadie aceptaría apostar algo importante
en un juego sin antes haber estudiado bien sus reglas y haberse asegurado de
que el juego es justo, que no está trucado y que ofrece las mismas garantías
para todos. Es tan evidente que ofende, pero tal razonamiento rara vez se
traspasa a las votaciones populares a pesar de que no es difícil concebir una
votación como una especie de juego con reglas de participación, recuento e
interpretación para conseguir un resultado final (que se presupone claro y
objetivo, característica que no posee nuestro referéndum del 9N). Así, y sin
deseo de ser exhaustivo (podría acabar haciendo una enciclopedia en tal caso),
la pregunta del 9N presenta varios problemas de tipo formal:
(1) No se sabe qué se está votando, pues eso dependerá del resultado
final. El objeto de la apuesta, el objeto que está en juego, no es que sea
confuso, es que es paradójico. Lo confuso puede esclarecerse, pero lo
paradójico no, pues incluso una vez explicado, sigue sin tener sentido. La
pregunta del 9N presenta varios objetivos, a la vez, y se elegirá uno u otro
según el resultado y el intérprete. Han pasado meses desde que se anunció la
pregunta, y aún nadie se ha molestado en presentar ese “manual de
interpretación”, y a estas alturas ya ni se molestan en disimular que no
escribirán tal cosa (y de todos modos, la naturaleza paradójica de la pregunta
lo impide). Así, por necesidad lógica, si vence la independencia (SíSí) se dirá
que sobre eso iba la pregunta, si no ocurre eso, se dirá que sobre conseguir más
herramientas de Estado tal y como propone la primera de las dos preguntas, pues
el voto independentista también vale para eso. El resultado de la pregunta
propuesta es una caja negra en la que se incluye una cosa (independencia),
parte de su negación (“Estado NO independiente”), y ambas a la
vez (“Estado” a secas). Únicamente cuando se abra la caja y se interprete el
resultado se podrá decir qué se estaba preguntando exactamente. Y teniendo en
cuenta que uno de los posibles interpretes, Oriol Junqueras, dijo que SN ya le
parecía una victoria pues presupone Estado soberano[1], quizás lo
que la pregunta realmente desea averiguar es: “¿Desea independencia ahora mismo
o lo dejamos para mañana?”
(2) Si la población votara al azar, igualmente vencería el nacionalismo
pues la pregunta está trucada. El azar es una buena base para juzgar la
justicia de un juego o de una votación, como con algo tan simple como comprobar
que un dado o monedas no estén cargadas. Con dos alternativas a elegir el
resultado sería, con pocos decimales de precisión, cercano al 50%, del 33% con
3, 25% con 4, etc. Pero la pregunta del 9N no es de tres alternativas[2], sino de
dos, una de ellas con dos subdivisiones que se suman a la fuerza para crear una
de esas alternativas, además de una categoría invisible que se presupone y se
puede calcular pero que en realidad no aparece (el “No a la independencia”).
Aunque casi todo el mundo entiende lo del 9N como de tres respuestas, no lo es,
aunque voten y piensen sobre qué votar como si lo fuera. Así, si los catalanes
votaran al azar, sería 1/3 para cada una de esas tres, pero como dos de ellas
se suman, eso provoca que en una votación de borrachos que no miran lo que
marcan igualmente vencería el soberanismo/nacionalismo con una victoria
aplastante del 66% a favor de un Estado (entendido como eufemismo para
la ruptura consitucional o del marco autonómico general). Y naturalmente, ya
que se pregunta, alguna clase de Estado se debería aplicar, ¿no vas a negar la
voluntad del pueblo, aunque sea de un pueblo que no sepa qué está votando,
verdad? Por lo tanto, se puede decir que los dados de la consulta están
cargados para que incluso en caso de resultado azaroso, los convocantes venzan.
(3) De hecho, ni tan siquiera se sabe qué es votar azarosamente en tal pregunta
y ésta está diseñada para que todos los posibles resultados (doce[3]) menos dos
favorezcan al nacionalismo/soberanismo (incluso si el independentismo
propiamente dicho no gana... “por ahora”). Es decir, ¿y si los votantes dicen:
“Bueno, como me da igual todo, Sí o No al Estado lo decidiré lanzando una
moneda, y si sale que sí, lanzaré otra.”? En tal caso, el resultado final sería
50% Sí (25% SíNo, 25% SiSi) y 50% No (el único resultado que podría
interpretarse como “empate”). Eso demuestra que hay dos preguntas y dos
objetivos en ese referéndum: (a) seguir con el espectáculo de ir rascando
competencias y conseguir salir del marco autonómico general sin atreverse a
pedirlo, y (b) el tema de la independencia, oculto (bueno, no mucho) dentro de
esa otra pregunta, como si fuera una mera continuación gradual de aquel. Y las
dos se preguntan a la vez, haciendo que los votos para la segunda también
valgan para la primera. Desgraciadamente no es posible votar ambas cosas ni que
se apliquen a la vez, aunque el discurso nacionalista ha convencido a la
inmensa mayoría de la población que es una cuestión de grado, y no de
categorías, pues al final todo lleva a una decisión inevitable para cada
individuo: Si vence el independentismo, ¿renunciarás a la nacionalidad que has
tenido durante toda tu vida o no, en cuyo caso aceptarás ser extranjero en el
nuevo país? No es una mera gradación de sentimientos, de sentirse más o menos
catalán (si alguien votar siguiendo ese criterio, debería hacérselo mirar),
sino de un corte irreversible a una cuestión (entre otras cosas) jurídica.
(4) Ni tan siquiera sabemos cómo responde una persona ante una pregunta
así. No tenemos conocimiento sobre cómo se “traduce” una opinión en una
pregunta binaria a una de esta clase. Teniendo en cuenta que el independentismo
puede votar fácilmente a su opción (SíSí) y jamás he visto a un independentista
mostrar dudas sobre qué debería votar, parece claro que al grupo al que afecta
más es a los contrarios a la independencia, pero aún así, no lo sabemos a
ciencia cierta (literalmente, se necesitarían hacer experimentos científicos
para averiguarlo). Se pretende hacer un experimento masivo (y mal hecho) para
empezar a entenderlo en el mismo experimento que se decidirá el destino de un
país. La frivolidad con la que se trata
tan importante tema asusta. O debería.
(5) La pregunta da dos votos al independentismo, y se aplicará uno u
otro según el resultado final colectivo. Aunque yo no creo que le beneficie de
inmediato (no creo que le dé votos directos, más allá quizás de alguno que se
vea arrastrado por inercia al votar Sí al Estado), a la larga sí, pues es una
pregunta para hacer inevitable la victoria del soberanismo y del discurso
nacionalista, para legitimar medidas ya hechas (que no se desharán) y aún por
hacer. Siguiendo una estrategia de divide y vencerás, la pregunta permite que
todo independentista vote a su opción sin que tenga dudas sobre qué marcar,
pero al obligarle a votar primero por otra cosa disfrazada como similar o paso
intermedio, le está dando un segundo voto. Así, como lo de Estado está
formado por cosas exhaustivas y mutuamente excluyentes, si no vence ninguna de
ellas en solitario, conjuntamente y por mayoría absoluta es muy probable que
sí. Qué será lo que se aplique y cómo (o lo que se exija a España) quedará en
manos del intérprete, pero yo me iría haciendo a la idea de interpretaciones al
estilo “submarino como animal marino y vuelvo a tirar con otro referéndum
porque me da la gana”. Evidentemente, la falta de seguridad jurídica que
provoca un referéndum así es abrumadora.
Análogo sería un juego de cartas que el lector puede simular él mismo.
Sería como elegir una carta al azar de una baraja de póquer con 52 cartas
estándar (26 rojas y 26 negras), suponer que cada uno de los colores representa
el independentismo o su contrario (por ejemplo, el negro), pero luego
arrancarle una parte (las picas, por ejemplo) y sumárselas a las rojas por la
cara, argumentando que todas esas cartas no son, efectivamente, tréboles negros
(lo que queda tras la mutilación). Así, de una situación tensa de 50/50 -tensa
pero justa- se parte a una donde, aunque la decisión principal sigue igualada,
se crea una segunda decisión que está trucada y que se pregunta primero, basada
en esa mutilación de uno de los colores y la creación de una abstracta
categoría. Como se ve, ni es necesario para explicar el problema de la pregunta
mencionar a Cataluña y España, pues es un problema que análogamente se puede
expresar formalmente en muchos otros “juegos” y situaciones.
(5b) A la inversa tal truco no funcionaría. Si uno pregunta primero
si se desea la independencia o no, lo que parece más lógico, y luego lo de
“Estado” (signifique lo que signifique), se vería claramente que Estado
es una subdivisión de “No independencia”, como un tipo concreto de relaciones
internas de un país cuya soberanía original no se pone en entredicho.[4] Por lo
tanto, la primera pregunta del 9N es un engaño y distracción que, mediante un
burdo truco lingüístico y que sea obligado su voto, mantiene la ilusión
nacionalista de que esto no es más que un “proceso”, un cambio gradual y casi
infinitesimal dentro de una línea continua en la que en un extremo está el status
quo y en el otro la independencia (visión que los barómetros del CEO
refuerzan con sus preguntas que van en esa línea). Por lo tanto, no únicamente
el nacionalismo NO puede perder, pues como mucho se queda igual que ahora pero
jamás puede retroceder, sino que esa “tercera vía” se clasifica en ese “mapa
mental” como más “cerca” del independentismo que de su contrario natural al que
pertenece por necesidad, y que por ello es válida la suma de SN y SS. No
obstante, si obligas al votante primero a definirse como independentista o no,
lo que es lógico, y luego qué clase de independencia (o no), tal ilusión se
rompe y nadie consideraría lógico sumar esa parte de No independentistas con
TODOS los independentistas.
(6) Tal modelo en la votación de ayer de Escocia habría provocado una
victoria del nacionalismo. Sin cambiar nada y asumiendo que, puesto que
nada se lo impide, los independentistas seguirán votando a su opción, una
victoria ajustada del tal alternativa en formato SíSí (como del 46%) no sería
una derrota sino que incluso podría ser una victoria parcial. Cuanto más se
aproxime al 50%+1, más probable es que algunos del “Sí al Estado” provoquen que
aún así la totalidad de “soberanistas” consigan una victoria para el
“confederalismo/federalismo/salir del sistema general” o el término que se use
en cada país para “quiero ser tratado con privilegios”. Así que, incluso si no
puedes declararte independiente siempre puedes declararte victorioso y exigir
un estatus diferente gracias a que a una parte de tus votantes se le ha dado
dos votos. Igualmente, tal modelo habría dejado a Londres sin capacidad para
negociación ni movilidad, tanto política como discursiva. Como en Cataluña, se
habrían visto obligados a ser arrojados a un “No a todo” progresivamente más
restringido a medida que todo el mundo salta a la burbuja política del
soberanismo por miedo a ser ignorados (el mítico “Yo no soy independentista
pero votaría que sí a la independencia” de más de una persona importante). Y nadie nunca ganó unas elecciones
prometiendo no cambiar nada.
(7) Aplicado a otras cuestiones, tal modelo sirve para aprobar casi
cualquier cosa. Si yo provocara un referendo para la nacionalización de la
banca (ignoraremos las demás consideraciones sobre la legitimidad de tal cosa),
es posible que no venciera en una pregunta clara y binaria. No obstante, si
usara el modelo catalán, e incluyera esa opción -sin justificación alguna-
dentro de una más abstracta, ambigua y “moderada”, sí que vencería. El truco
estaría en preguntar si se desea más control del Estado sobre la banca y, en
caso afirmativo, si debería ser nacionalizada. Si no vences en el sí con la
segunda, es mucho más probable que sí en la primera, ya que todo voto para
aquella sirve también para esta y a ver quién dice que no a lo de más control.
Así que incluso si no consigues tu objetivo más radical (que puede que en
realidad ni fuera el tuyo) sí conseguirás el otro, que puede ser un paso
intermedio para al final -y por otras vías- hacerte con aquel. Dicho así y con
ese ejemplo es evidente que la pregunta es tramposa, pero la ceguera emocional
de la mayoría de catalanes (y por lo que parece, también españoles) es tan
grande que si se lo dices en relación a Cataluña muy pocos se dan cuenta de la
trampa. O no les importa en caso de que sí.
(8) Tal pregunta es una lista de chantajes y demandas unilaterales,
ocultas una dentro de otra como matryoshkas rusas. Al reducir a tu
oposición a un casi literal rincón, y sumarte todo lo que no sea esa reducida
oposición a tu “movimiento”, puedes permitir la aparición de tu alternativa más
radical junto a otros “pasos intermedios”, terceras o cuartas vías o lo que
sea, mientras aún así haces propaganda por la más radical y desprecias a las
otras. Se presenta primero la más neutra, subiendo cada nivel con una más
radical, hasta al fin llegar a la más extrema; y que el voto para ésta sirva
también para todas las demás que la precedieron. Nada impide que, con un poco
de imaginación y abuso de lenguaje, uno haga una pregunta con tres o más
niveles y al final acabes votando a SíSíSí...Sí. Teniendo en cuenta que Artur
Mas ha dicho más de una vez que cualquier propuesta española debería votarse junto
a lo del 9N, y sorprendentemente a nadie le entró la risa, podemos estar
seguros de que como mínimo tres niveles aún serían posibles y mucha gente
seguiría sin ver problema alguno. Cuatro quizás ya sería pasarse.
(9) Si no eres nacionalista, al votar en tal cosa estarás lanzando tu
voto a la basura. Ya es difícil vencer al independentismo cuando se ha
visto legitimado en una votación estándar, pues el No suele verse como un Sí
pospuesto y diferido (“No nos declararemos independientes... de momento”), que
si además ni te permiten votar a tu alternativa directamente lo tienes
imposible. Eso te obliga a mucho más de un 50% de partidarios del No, pues una
buena parte de esos se verán tentados a votar al SN por múltiples, dispares,
incompatibles o incluso imposibles razones (para no ser del “No a todo”, como
señal de “catalanismo”, por apoyar un federalismo que de hecho ya existe, por
no parecer “facha”, por apoyar un confederalismo que es casi como independencia,
etc.), y únicamente con una victoria absoluta del No al Estado podrás
asegurarte de que, como mínimo durante un tiempo, se frenen sus ambiciones.
Teniendo en cuenta que en Cataluña es posible que entre 10-20% voten SN, eso
quiere decir que, a efectos prácticos, a los contrarios a la independencia se
les pide un 60-70% para que (1) Ni pueda la independencia salir como vencedora
-eso es más fácil- ni (2) se declare el movimiento nacionalista de todos modos
como victoriosos por el apoyo al proceso soberanista de “estructuras de Estado
[hacia la independencia]” -eso es casi imposible-.
(10) Va en contra de la legalidad más básica y sus principios
subyacentes, y no me refiero a la que defiende la integridad territorial o
las competencias autonómicas pues esas inevitablemente ataca. No soy de
comentar cuestiones legales pues asumo que eso es evidente y, de todos modos,
ellos admiten que no les importa así que para qué voy a molestarme, es como
recordarle a alguien que te está pegando que eso es ilegal así que por favor
deje de hacerlo. En cualquier caso, como este referéndum ataca normativas
relativas a la igualdad de todos los ciudadanos y le concede un valor diferente
a su voto según su opinión, haré una excepción.
En el propio Estatut de Catalunya es evidente la violación del art 29
sobre la igualdad para para participar en los asuntos públicos, pues el
referéndum crea dos clases de ciudadanos según lo que se vote al final (uno con
un voto partido, otros con uno que se suma con otro para formar otra categoría,
que luego servirá como un segundo voto, etc.). En relación a la Constitución
Española, y aunque acabaría antes diciendo qué no ataca, el art 9.2 relativo a
los principios de igualdad y 9.3 a la seguridad jurídica por directamente no
saber qué estás votando, qué se aplicará, cómo ni qué efectos tendrá. Es
también evidente que una consulta que impida o dificulte a votantes catalanes
residentes fuera de Cataluña, y que permite votar a menores de edad es, como
poco, de dudosa validez.
Igualmente, a un nivel más internacional, el doble voto a una parte de los
ciudadanos viola explícitamente una norma de la Comisión de Venecia (cuerpo
consultivo del Consejo de Europa) en su Council for
Democratic Elections (CDE)[5]. Y no
únicamente esa norma
El más mínimo principio y requisito, ya no democrático sino hasta de
sentido común, es que una pregunta, proceso, juego o incluso una simple
encuesta o estudio sociológico, debería ser justa, neutra y -en una especie de
navaja de Occam demoscópica- no debería ser necesario crear extrañas y
complejas estructuras/constructos políticos para lo que puede ser solucionado
de forma más sencilla y simple. Teniendo en cuenta que un simple estudio de
ciencias sociales en el más irrelevante de los campos tiene, o debería tener, requisitos
y fuertes controles, más aún debería tenerlos una consulta tan importante. Pero
ni únicamente eso -por malicia o error- el “procés”, a estas alturas más propio
de una república bananera que otra cosa, ha conseguido en dos años de
focalización de toda la atención política. Cualquier cúmulo de opiniones,
deseos, preferencias o de lo que sea, sean vinculantes o no, legales o no, se
hagan al final o no, sean consultas o referendos, sea papel mojado, un
experimento mental o un plan real y efectivo; sean encuestas de opinión,
consultas hechas por todo el país o butifarrendos, sea vencedor por mayoría
absoluta entre dos alternativas o ganador Condorcet en votaciones ordinales...
sea cual sea su naturaleza y características, deben seguir ciertos mínimos absolutos.
Mínimos que el soberanismo catalán ha ignorado y pisoteado, a veces hasta con
arrogancia, pues ha habido políticos (independentistas) que han comentado y
admitido las deficiencias de tal(es) pregunta(s) y aún así no han hecho nada
para intentar solucionarlo.
Odio ser el que lo dice pero... Es que es una cuestión de principios.
NOTA.
El CEO (Centre d'Estudis d'Opinió) ha preguntando tradicionalmente sobre
esta cuestión, y recientemente explícitamente sobre la consulta propuesta para
el 9N. Las cifras que da el CEO confirman lo explicado y propuesto en este
artículo.
Usando el último barómetro a día de hoy (1º de 2014), la pregunta 30 da
estos resultados:
30. En todo caso, ¿cómo cree que debería ser esta
relación*? Cree que Cataluña debería ser...
Una región de España 51 (2,6%)
Una comunidad autónoma de España 466 (23,3%)
Un estado dentro de una Espanya federal 400 (20,0%)
Un estado independiente 904 (45,2%)
No lo sabe 139 (6,9%)
No contesta 40 (2,0%)
Y luego, a las mismas personas, para las preguntas 31a y
b, sobre el referéndum del 9N da estos resultados:
Sí + Sí 943 (47,1%)
Sí + No 171 (8,6%)
Sí + Blanco 1 (0,1%)
Sí + Abst 9 (0,4%)
Sí + NsNc 28 (1,4%)
No 386 (19,3%)
Nulo + Blanco 15 (0,8%)
Abstención 222 (11,1%)
Ns/Nc 224 (11,2%)
Asumiendo representatividad, esto prueba la importancia
de la suma de SS + SN y dividir a tu oponente. Todo independentista (pregunta
30) vota en masa a SíSí, e incluso gana alguno (de 904 a 943), mientras que los
contrarios, divididos entre diversas clases de relaciones con España, se
reparten entre No, SiNo, abstención, voto nulo, en blanco, Ns/NC. Por lo tanto,
incluso en el improbable caso de que todo el mundo fuera a votar a la
hipotética consulta (y el abstencionismo se sabe que es partidario del No), el
SíSí quedaría en el peor de los casos con un 45-48%, y el cerca de 9% de SN le
permitiría declararse vencedor, aunque sea moral, con un 55,6% (57,6% contando
votos en blanco y similares). El caso es similar al al escocés, pero de un 45%~
se pasa de una derrota a una, de repente, victoria del 55%+ a favor delprocés
nacionalismo, ruptura constitucional, federalismo hoy-independencia mañana... o
lo que se quiera interpretar. Todo eso mientras, por supuesto, al
independentismo jamás se le pide que se pelee entre sí sobre qué clase de
independentismo o qué futura relación con España desea.
___________
*Hace referencia a la pregunta anterior (29): “En lo relativo a las
relaciones entre Cataluña y España, cree que Cataluña ha conseguido... [un
nivel de autonomía suficiente?]” Sospecho que hay cierto efecto “bola de nieve”
en las preguntas del CEO.
[2] Aprovecho para comentar
brevemente, para lectores más académicos, que dudo que una votación ordinal
Condorcet con tres alternativas solucionara el problema. Tal votación sigue sin
justificar por qué es válido permitir al independentismo votar su alternativa
entera, mientras que al contrincante se le divide y según criterios que
beneficien al independentista. Pero ese sería otro tema.
[3] Seis ordenaciones de las
tres alternativas principales (SS, SN y N), por ejemplo para el
SS como primera vencedora son estas dos:SS>SN>N & SS>N>SN
(en negrita las que se suman). Pero cada una de ellas puede ser por
victoria simple o absoluta (por más del 50%). Por lo tanto, doce posibles -que
no igualmente probables-. No obstante únicamente en dos los contrarios al
independentismo (El No como primera por más del 50%, sea SN o SS la
segunda) pueden estar seguros de que han vencido y que no les colarán “gato por
liebre” -como se dice por aquí- con una extraña suma de alternativas con el
“Estado” (y aún así es dudoso que se dé marcha atrás con las estructuras ya
construidas). En el resto, 2 son para el independentismo al que se permite
votar sin problemas, y en las otro 8 (al sumar SN +SS), a falta de otro
vencedor, dejan como victorioso al Estado “independiente y no independiente a
la vez, aunque enfocado hacia lo primero.”
[4] Es más, incluso antes de
decidir si eres independentista o no, internamente uno debería decidir (y luego
externamente admitir) si seguirá/acatará o no la legislación del país al que de
momento pertenece. Lo contrario hace imposible el debate.
[5] “Código de buenas
prácticas para referendums.” Estrasburgo, 19 marzo 2007 Todo el artículo 2 es relevante:
http://www.venice.coe.int/webforms/documents/default.aspx?pdffile=CDL-AD%282007%29008-e
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