martes, 1 de julio de 2014

El referéndum catalán del 9N

Xavier Lastra

Supón que quedas para jugar a cartas con un amigo -uno que como se verá probablemente dejará de serlo pronto- y te explica las siguientes reglas:

El objetivo consiste en tener la mejor mano al llegar a la última ronda y el bote es único e irrepetible, así que no importa si le vences diez veces en diez partidas seguidas, pues solo contará como una. También te dice que cada vez que él lo desee estarás obligado a jugar, y que si te niegas él se proclamará vencedor y se llevará el bote igualmente. Además, una vez él venza, aunque solo sea en una ocasión, cerrará el juego y no podrás retarle para intentar que cambie de manos el bote. No obstante, él si podrá retarte tantas veces como desee hasta que gane, y en tal caso cerrará el juego. Finalmente te comenta que en caso de que él pierda, tiene la posibilidad de revisar sus manos anteriores y cartas descartadas para escoger una nueva mano que sí le habría permitido vencer. Comenta, no obstante, que las reglas sobre eso son algo ambiguas y que puede que no consiguiera llevarse el bote entero con esa táctica, pero que aun así él sería el vencedor oficial y eso le daría ventajas para una futura partida. Tras escuchar todo eso la pregunta evidente es: ¿Quién en su sano juicio aceptaría participar en esa cosa?

Podrá parecer una situación imaginaria absurda, pero cambiando algún detalle es lo mismo que se está proponiendo como juego democrático que definirá el destino de Cataluña en relación a España. Algunos de esos problemas, como el de “cerrar el juego” tras la victoria de uno de los dos bandos -el independentista, pero no el otro-, son propios de cualquier debate independentista al ser una decisión irreversible; otros, en cambio, son problemas extra que se han añadido a nuestro particular debate nacionalista y gracias a nuestra especial pregunta doble.

En este artículo pretendo, de la forma más esquemática y reducida posible, demostrar varias cosas: (1) Que la pregunta propuesta para el 9N en un hipotético referéndum no es que sea confusa o poco clara, es que no se puede esclarecer, (2) que tal pregunta, en la Cataluña actual, dará con una elevada probabilidad resultados paradójicos irresolubles. (3) Que por su misma estructura la pregunta da ventaja al bando “nacionalista”, quizás no tanto por ser beneficiosa para ellos como muy perjudicial para su oponente; y finalmente, (4) que a efectos prácticos la pregunta equivale a dar dos votos (uno de reserva) a unos participantes y uno (y roto) a otros, y que con tal estructura casi cualquier tema podría, si no aprobarse directamente, sí indirectamente.

Aunque el tema del artículo es en sí más simple de lo que podría parecer, obliga a mirarlo de formas en las que uno puede no estar acostumbrado. Por ello recomiendo paciencia y que, aunque cada punto es autónomo, se relean de nuevo una vez acabado el artículo, para entenderlos a la luz de los siguientes.

Para aquellos que no se acuerden, la pregunta del posible (pero improbable) 9N es: ¿Desea que Cataluña sea un Estado? En caso afirmativo, ¿quiere que ese Estado sea independiente?


1. Estructura de la pregunta y su (falta de) claridad.

Es cierto que la elección de las palabras y la forma de la doble pregunta es, como poco, curiosa. No obstante no es una cuestión de escoger palabras mejores o de encontrar el término correcto. Aunque ayuda, no es un problema de semántica, sino formal, de la propia estructura de la doble pregunta.

Cambiar '¿Desea que Cataluña sea un Estado?' por algo (ligeramente) más concreto en términos jurídicos como '¿Desea que Cataluña salga del sistema autonómico general? Y en caso afirmativo, ¿en el sentido de un Estado independiente?' -que es bastante próximo a lo que la pregunta desea conseguir- no eliminaría los problemas. Quizás, en todo caso, los haría más evidentes.

En sí, que 'Estado' no significa lo que los diccionarios dicen es evidente, pues lo contrario sería como preguntar si deseas tener una hija, y en caso afirmativo, de cromosomas XX. Estado, soberanía e independencia son términos unidos y con uno de ellos se puede deducir la existencia del resto pues en realidad son lo mismo o se implican. Por lo tanto, la pregunta catalana, aunque aprovechándose de las connotaciones positivas de la palabra 'Estado', usa una nueva (o ninguna) definición de tal término ya que permite la existencia de un “Estado no independiente”; lo que con la definición estándar tiene tanto sentido como desear una hija que no sea hembra. Es más, permite la existencia de un Estado, a secas y sin adjetivo (lo que está en juego en la primera pregunta), que está conformado por independentistas y no independentistas. A la vez. Por lo tanto es evidente que, sea lo que sea que signifique Estado, no es ninguna definición de diccionario que conozcamos.

Si en gramática se suele decir que los adjetivos no tienen significado por sí solos -por ser accidentes-, mientras que los sustantivos -por ser substancia/esencia- son los que sí, la pregunta del 9N va al revés. Aunque se haya estructurado en forma de árbol como quien pregunta primero si deseas un coche y, en caso afirmativo, de qué color, esta característica del color es accidental y es posible preguntar lo primero sin que importe lo segundo; pero es absurdo pregunta de qué color, en abstracto, quieres que sea algo sin decir primero el objeto a colorear. En el caso del 9N es plausible preguntar directamente si se desea una Cataluña independiente, pues el término Estado es redundante y se presupone, pero es absurdo preguntar únicamente si se desea que sea un Estado, a secas; y que no sea ni una cosa o la otra (o ambas). Por ello, mientras la segunda parte de la pregunta es autónoma, la primera no y necesita la segunda para concretar (un poco) su significado. Tapad, sino, la segunda pregunta e intentad interpretar qué quiere decir la primera en diversos resultados posibles, ella sola y recordando que no quiere decir Estado independiente. No podréis más allá de un ambiguo y políticamente cargado “Cataluña desea, necesita o cree necesitar algún cambio”. En qué dirección o cómo se aplicaría, a saber.

No contenta con inventarse una nueva palabra pero usando la piel de una ya existen, la estructura propia de la pregunta doble hace imposible saber muy bien de qué se está hablando. Aunque substituyas Estado por una variable enigma como x, es decir, sin palabra alguna, el resultado es el mismo. Supón que, debido a que se desconoce el significado de Estado, intentas deducirlo de la propia estructura de la pregunta. Entones sería algo como que “Cataluña está votando convertirse en x”, ¿y cómo se define x? Según la propia pregunta, como una suma de múltiples posibles proporciones entre todos los independentista y (parte de) no independentista. A la vez.

No existe estructura jurídica concebible -real y concreta- de la cual ser un Estado independiente en relación a otro sea un subconjunto pero que también lo sea no ser independiente. Preguntar sobre esa x tiene tanto sentido como preguntar si se desea cambiar el régimen de vestuario de una playa, bautizar tal cambio como 'Estado' (o Naturlandia o lo que te dé la gana) y, en caso afirmativo, si hacerla nudista; y luego decir que es posible que la playa se convierta efectivamente en eso, en un 'Estado', un sitio donde uno pueda ser y no ser nudista. Que, efectivamente, existan varios posibles estados (o vestuarios) que no son lo del status quo no justifica que se sumen por obligación y negación de éste; menos aún si la propia pregunta ya describe tales estados como excluyentes (Estado independiente o no, pero no ambas). Hacer eso no sería tan grave como votar en un referéndum cuya única pregunta fuera “¿Estás a favor del cambio?” pero casi.




Lo de “bautizar” en el párrafo anterior no es una expresión gratuita, pues la categoría de Estado es a posteriori. Lo que ha hecho la pregunta del 9N es, de las dos posibilidades naturales que puede ser un territorio en relación a otro (ser independiente o no), crear de la nada una tercera que incluye la totalidad de una y, por la cara, una parte arbitrara y sin delimitar de la otra. Así, se pasa de esta  obviedad natural y casi insultante:


[lo que no niega que dentro de una u otra pueda haber múltiples formas de ser una cosa o la otra, pero no ambas a la vez] A esta:




Aquí ni tan siquiera se te permite votar directamente a “No a la independencia”, sino que debes dudar primero si sí o no al Estado (duda que no tiene el independentismo), aun sabiendo que si vas a por el sí tu voto se sumará a tu bando contrario, el de la independencia y para crear una extraña abstracción contestataria (Un voto a favor de casi cualquier cosa que no sea el status quo autonómico. Así, sin precisar)
Si se invirtiera el orden de las preguntas y se substituyera el término Estado por algo así como lo dicho antes (salir del sistema autonómico general), y se hace que tal opción sea un subconjunto de No a la Independencia (lo que es lógico) -quizás- creo que la pregunta podría ser un poco más válida. De todos modos, eso sería tema para otro artículo.

En cualquier caso, se entiende entonces que SN -que en el dibujo sería la arbitraria parte azul dentro de 'Estado'- no tenga  significado claro ni puede tenerlo, pues se delimita por doble negación: SN es lo que queda si no se es ni independentista ni de los que están en contra de ser Estado (ahora bien, mejor no preguntes entonces qué es Estado o podrá entrar en un bucle). Es aquello de la tercera vía nacionalista y del “encaix”, que se muestra como entre los “radicales” de independentistas y no independentistas, pero en realidad es una parte de éstos y por su formulación rápidamente puede migrar a aquellos. Por cierto, Oriol Junqueras, el que seguramente será el futuro presidente de Cataluña (o ya el actual, según se mire) dijo que lo de “Sí al Estado pero No a la independencia” ya le parecía una victoria pues “presupone Estado soberano”, como un caso inmediatamente previo a la independencia (La Vanguardia 17/12/2013). Vamos, que es Sí a la independencia incluso votando que No. Únicamente negando el Estado se estará seguro de que se interpretará con claridad.


2.El resultado imposible de la pregunta y paradojas.

Es un principio básico de la lógica y necesario en cualquier lenguaje racional, que una cosa no puede ser ella misma y su negación. No puede llover y no llover a la vez, así que poco sentido tiene inventarse una palabra para describir ese fenómeno meteorológico. Un país no puede ser independiente y no independiente a la vez, de la misma forma que sus ciudadanos no puede ser nacionales y extranjeros de tal país, así que tampoco tiene sentido preguntarle a alguien por un 'x' enigmático que signifique justamente eso.

Una vez dicho eso, supón que, asumiendo que no haya una elevada abstención (del No a la Independencia, porque del Sí apenas hay), si se hace el referéndum el resultado fuera de victoria simple del SS. Entonces podría quedar “No a que Cataluña sea Estado” en segundo lugar y, al final, SN. Podría poner un resultado más probable, como SS 46%, SN 18% y No 34%, pero por motivos didácticos escogeré uno extremo: SS 49%, SN 2,5% y No 48.5%[1]

El problema viene de que ha vencido el Sí al Estado (por un 50,5%) y que, por lo tanto, alguna clase de Estado -o lo que sea- se debería aplicar (No vas a negar la voluntad de una mayoría absoluta, ¿verdad?) Pero Estado no es UNA cosa sino una suma arbitraria de muchas y dispares, cuyo significado variará según la proporción de esas varias cosas (y del intérprete). ¿Cuál elegir? Según la pregunta únicamente existen dos clases de Estado (aunque podría haber más), y una de ellas, la única opción concreta y aplicable directamente (la de SS), no es posible pues no llega al 50% +1 que requeriría para legitimarse en una pregunta binaria y simple. Por necesidad eso significa que si independiente no puede ser, Cataluña debería ser no independiente (¿qué va a ser sino?), ¡pero que debe ser Estado! Estado... por lo tanto, no independiente. Es decir, SN (o algo muy parecido). Desgraciadamente esa es la opción directamente menos votada, con un brillante 2.5% del total. Por lo tanto, aunque debería haber alguna clase de Estado, éste no puede ser directamente de ninguna de sus dos únicas manifestaciones, pero como al final se suman todas juntas y todo voto independentista pasa a ser de Estado [a secas, aunque No Independiente debido a que independentista ya no vence], lo que acaba ganando es, indirectamente, algo votando por solo el 2.5% de la población (+ un 49% de SS como segundo voto gratis).

Por cierto, comentar que si vence el independentismo por más del 50% eso ya solucionaría los problemas de la pregunta es una excusa muy mala, además de falsa. Una pregunta clara debería ser interpretable en cualquier resultado concebible, no únicamente en los que te benefician. Y mientras el independentismo tiene esa ventaja si sale mayoría absoluta, los contrarios a la independencia no pues ni se les pregunta directamente. Que el No +SN venza por mayoría absoluta no niega que a la vez puede vencer el Sí al Estado, también por mayoría absoluta; pues una alternativa aparece, a la vez, en ambas y se suma en ambas. Y, naturalmente, de los dos resultados se interpretará primero el segundo, especialmente porque es lo que se pregunta e interesa.

3. La ventaja.

La ventaja que da una pregunta doble de tal clase ahora ya parece más clara. No es tanto que dé votos extra y directos al independentismo (que yo sepa, no) como que destroza al oponente al dividirlo y evitar que se presente de forma unitaria. Directamente, beneficia más al nacionalismo/soberanismo que al independentismo a corto plazo, aunque sobre todo destroza a los oponentes de lo primero. Les impide presentarse como un bloque, les arranca una parte explícitamente no independentista (SN) y por obligación la suma al bando contrario, para así crear una extraña abstracción, bautizada como Estado, que incluye independentistas y no independentistas. Todo ello provoca que el SS tenga dos votos, uno a favor del Estado y otro a favor de que sea independiente.

Este absurdo irresoluble de Estados independientes y No independientes a la vez se explica por el hecho de que la pregunta pretende ser una pregunta “para el Cambio”, que se presupone gradual. Y tal cosa se pregunta primero, antes de preguntar lo concreto y natural (si sí o no a la independencia) Es el truco tan propio del nacionalismo de asumir que la independencia no es más que un cambio más dentro de las “herramientas de Estado”, en vez de lo que es, un corte irreversible de la soberanía nacional y un posible cambio de estatus jurídico y de nacionalidad para gran parte de sus ciudadanos. Así, se hace creer que el Sí a tu propuesta concreta (la independencia) es un mero subconjunto de un número mayor de personas que desean cambiar algo (de “mejorar Cataluña”), y luego se obliga a que el voto de uno que desea un cambio valga para el voto de otro que desea otro cambio, aunque en realidad sean opciones imposibles de aplicar a la vez por mucho que ambas sean alguna clase de cambio (¿qué no lo es?) “en la misma dirección”. “Misma”, claro está, ignorando el detallito del destino final: la independencia.

Es la versión formalizada en democracia de la llamada Táctica de Salami: que una minoría (o mayoría simple) que propone un cambio radical venza al final a toda oposición tras un largo proceso de cortar en rodajas y poco a poco al oponente (y presentando sus propios objetivos como graduales y por pequeños incrementos que no despierten recelo), evitando que actúe de forma unitaria y atrayendo hacia su órbita los elementos más colaboradores mientras, a la vez, se tilda de extremistas al núcleo más duro de tu enemigo. Poco a poco, el “soberanismo/nacionalismo” (que aunque no sea del todo independentista está controlado por estos) suma a su causa cualquier cosa que no sea la versión más empequeñecida del No a la independencia, hasta que únicamente quedan los del “no a todo”. Divide, corta al adversario, súmatelo  y vencerás.

Con preguntas con tal estructura, y estando en una posición de cierto poder, es fácil aprobar casi cualquier cosa o, como mínimo, declararte vencedor y legitimado para exigir algo o iniciar un ambicioso proyecto político “en cierta dirección, hacia cierto objetivo”. ¿No sabes si tu proyecto de Constitución Europea será aprobado? Pregunta primero si se desea “Más integración” o algún término amable similar. A ver quién vota que no a eso ¿Deseas cortar las relaciones con el Vaticano pero crees que un movimiento tan radical no agradará? Pregunta primero si se desea “cambiar nuestras relaciones bilaterales”, pues estará implícito hacia donde va ese “cambio”. Si no vences en la segunda pregunta seguramente sí en la primera, y eso te acercará más a conseguir el objetivo de la segunda pero en otra ocasión o por otro camino. Así, manipulando los extremos, el término medio (que puede que sea imposible o irreal) y la categoría abstracta de la primera pregunta, puedes conseguir resultados bastante increíbles que jamás habrías podido con una pregunta simple a un único nivel.


4. Los dos votos para el soberanismo (tanto de SS como, a su manera, de SN)

Algunos podrán argumentar que qué tiene de malo preguntar sobre el cambio si eso es lo que la gente desea. Primero porque es una estupidez, y Cambio lo es todo si se mira de cierta forma. Segundo, porque es una manera de ocultar bajo una falacia de gradación infinitesimal un debate real con unas decisiones y consecuencias reales; y especialmente porque uno de los bandos de tal debate no podrá votar en igualdad de condiciones ni usar el mismo truco. Como mínimo en lo relativo a la soberanía nacional, el cambio no es ni gradual ni tampoco bidireccional, ni es posible darle a los contrarios a la independencia el mismo derecho a sumarse una parte de los (en tal caso, rotos) independentistas para crear una abstracta categoría que les vaya bien en caso de no vencer. Así, en una historia alternativa donde Cataluña y España fueran países independientes, si desde España se forzara esta pregunta: “¿Desea que Cataluña tenga una relación próxima con España? En caso afirmativo, ¿dejando de ser un país independiente?” El SS dominaría la pregunta y España controlaría la interpretación del SN, que aunque explícitamente contraria a la unión se usaría para forzar (de forma bastante colonial) una resolución del problema que debilitara la independencia de facto de esa Cataluña. El independentismo, por su parte, estaría dividido entre los “extremistas radicales” de “No a cualquier relación” y los primos de Sí-No, cuyo voto se interpretaría como fuera necesario.

La explicación así llega a su fin y vuelve al principio. Se entiende que 'Estado' no signifique nada pues significará una cosa u otra (o ninguna) según el resultado de la pregunta. Según venza o no la opción concreta de todo el referéndum, que es la del independentismo. Si vence por mayoría absoluta eso será lo que significará Estado [independiente], y los votos del SN serán superfluos e innecesarios, aunque naturalmente se usarán como moneda de cambio extra para conseguir aún más “legitimidad democrática” (“no únicamente tenemos el 52% de independentistas, ¡también el 70% de Sí al Estado!”). Si no vence, pero SN le permite vencer, tales votos serán decisivos y entonces el mismo término -Estado-, y todos los votos independentistas que lo conforman, tendrán otro significado. Cercano y que interese, pero otro (“cierto que el independentismo es del 45%, pero el clamor popular por el Estado es aplastante, ¡pues es del 70%!). Curiosamente, nadie parece haberse dado cuenta de que eso equivale a preguntar por “autonomía, federación o independencia”, dejar federación sin definir, y luego decir que las dos últimas se sumarán, así, por el morro, para crear un Estado. Si bien podría tener algún sentido hacer ese cálculo en una encuesta para saber la gente que desea “algún cambio”, he ahí el problema: Algún, de alguno, adjetivo que se aplica de forma indeterminada, en oposición a ninguno. Y ya me gustaría ver qué encuesta vence si pregunta “¿Desea usted que no se cambie nada?”

Tal segundo voto de SS, por cierto, sirve tanto si SS vence por mayoría simple como si queda en última posición. Si SS pierde por un 25%, y SN vence con un 45% (y el No queda con un 30%), a pesar de que el cambio de régimen autonómico (o similar) no se justifica por votación simple, al sumar el segundo voto del perdedor absoluto (SS) con el voto del vencedor (SN), se obtiene un 70% a favor del Estado (y, a la vez, con un 75% en contra de la independencia). Desgraciadamente, como lo que el votante entiende por SN y Estado dependerá de la época (más radical ahora seguramente que antes), es posible tener diversos referendos con el mismo resultado de Estado pero que en realidad cada uno signifique una cosa distinta.

A efectos prácticos lo que provocan estas preguntas encadenadas es ir presentando una lista de demandas cada vez menos radicales, pero que al empezar a votar por la menos extrema, más abstracta y general, los votos de cada una de ellas son acumulativos: “Queremos A [la independencia p.ej]. ¿No? Bueno, pues queremos B [federalismo asimétrico] (y todos los que votaron a A también votan a B, por obligación). ¿No? Bueno, pues queremos C [blindaje de competencias]... etc

Por ello, lo único que se necesita para vencer tal pregunta doble (o triple, o más) no es tanto que tu opción tenga adeptos como que la versión más reducida de tu contrincante (El No a todo, que aparecerá abajo de todo a la derecha) esté desprestigiado. Desprestigio que puedes haber creado tú, por supuesto, y que la estructura de la pregunta potencia.

Con tal estructura, incluso en una época en la que el independentismo era minoría casi absoluta (es decir, casi siempre hasta hace dos o tres años), no habría sido muy complicado formular un referéndum que reforzara su mensaje e hiciera creer que “Cataluña necesita un cambio” aunque nadie lo pidiera, lo deseara de forma explícita o supiera concretarlo. Sumando independentistas (aunque solo sean el 15%) y todo aquel que tenga alguna queja con el sistema autonómico (o incluso ninguna, pero que no desea ser de los del “No a todo”), hasta en tales épocas no habría sido imposible conseguir más del 50% de los votos y justificar casi cualquier petición de mayor números de competencias, blindarlas o preparar el terreno para otra futura votación. Siguiendo un proceso similar de reiteradas votaciones de ingeniería democrática creativa, para llegar al final con un votación binaria más seria, casi cualquier “proceso” que puede que no hubiera sobrevivido a una votación binaria en un único asalto[2], podrá con algo más de tiempo ser aprobado democráticamente.

Es difícil encontrar algún país que no pueda, con astucia considerable y con tales preguntas, acabar roto o políticamente bloqueado. Con inteligencia, control de ciertos medios y motivación del propio electorado, casi cualquier minoría motivada (y más aún si tratamos de casi mayorías absolutas muy lanzadas) podría chantajear el resto del desmotivado país o bloquear su funcionamiento. Incluso aunque no consiga la alternativa principal de la pregunta (que bien puede que en realidad no sea lo que más le interese), habrá valido la pena pues sí conseguirá otras cosas. Incluso sirve muy bien como amenaza, para aquellos que no tengan ninguna intención real de llevar a cabo el referendo (cosa muy probable en nuestro caso)

Si, además, la región que lleva a cabo tal referendo tiene amplias competencias (más aún si es un Estado -de los de verdad, no los del butifarrendium-), se verá legitimado para llevar a cabo toda clase de acciones unilaterales que sin tal confusa pregunta le habría sido más difícil. Y así, pregunta a pregunta, acción a acción, poco a poco uno podrá conseguir aprobar casi lo que le dé la gana; y al hacerlo con votaciones populares te podrás arropar bajo el manto de la superioridad moral. Súmale una toque de “derecho a decidir”, que es un eufemismo de “cuando yo quiera, como yo quiera, por encima de lo que yo quiera, donde yo quiera y con la pregunta que yo quiera” y nada es imposible.



[1]    Otro interesante es el de SS 1/3, SN 1/3 y No 1/3, pues aunque evidentemente es un empate irresoluble, la pregunta lo soluciona sumando SS y SN y diciendo que el Estado vence por mayoría aplastante, del 66%. Así, porque yo lo valgo.
[2]    Lo que parece justo teniendo en cuenta que los contrarios a cualquier independencia únicamente tienen una única oportunidad para perder, mientras que los partidarios muchas más. En Quebec ya llevan dos derrotas, y quizás lleguen a tres. Nada impide que puedan ser más.

2 comentarios:

  1. Lo más inteligente es no ir a votar el 9N en dicho referendum. No sólo por que es ilegal, inmoral y por que no tiene ni tendrá validez jurídica a nivel nacional e internacional sino por que además sería la forma absurda, por no decir verdaderamente estúpida de tratar legitimar con el voto toda la impresentable maniobra de manipulación mediática y política que ha sido y sigue siendo "el prúces" en si mismo; Me explico:
    Los políticos nacionalistas catalanes no sólo nos han robado, sino que además nos han engañado e intentado manipular tratando de ponernos de forma totalmente insana a unos contra otros.
    Otro motivo es que el referendum aunque en su plantemiento se pueda decir que es democrático tiene un objetivo final que es absolutamente totalitario o sea es consolidar la imposición de un nacionalismo más excluyente que el que impuso Franco a Catalunya que si bien reprimió algunos aspectos de la cultura catalana nunca le negó la tierra ni dejó en el desarraigo al pueblo catalán como si quieren hacer los nacionalistas catalanes crear una frontera que desarraigue de sus orígenes y antepasados hispanos a muchos catalanes y a ciudadanos del resto de España con sus raíces culturales e identitarias.
    Además como seres humanos avanzados y evolucionados debemos trabajar por el encuentro y la sana unidad, desde la rica diversidad, entre los seres humanos.Resultando totalmente anacrónico e involutivo el tratar de crear una frontera que dejó de existir hace ya casi seiscientos años.

    No ir a votar ese día es lo más inteligente que podemos hacer ese referendum es una trampa colocado en una fecha ritual de la masonería illuminati que está también detrás de este repugnante "pruces" con el objetivo de crear división, confrontación odio y resentimiento en vez de sanos sentimientos de amor, fraternidad entre pueblos, culturas y ciudadanos que nos deberíamos considerar hermanos.

    NO MÉS FRONTÉRES NI AL CAP NI AL COR


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo pienso igual, lo más inteligente que podría hacer la gente en Cataluña es no ir a votar el 9N. Después, cuando hicieran las "elecciones plebiscitarias" sí que deberían ir en tromba a votar a cualquier partido que no esté a favor de la independencia. Es la única manera de pronunciarse y decir que no quieren independencia.

      Vaya por delante que no soy de ningún partido, ni simpatizo con ninguno, ni nada. Ahora bien, no entiendo esa animadversión que parecen tener los catalanes con "Ciudadanos". Son los únicos que cuando les oyes hablar no dicen estupideces, al contrario, dicen cosas sensatas. Sin embargo, no tienen representación ninguna. Es algo que no entiendo y que me gustaría que un catalán me explicara, sinceramente.

      Si la gente en esas supuestas "elecciones plebiscitarias" no van a votar, será el principio del fin para Cataluña. Creo que muchos catalanes han pecado de pasividad, de no involucrarse en temas políticos. No han denunciado muchas cosas antes, cuando debían. El motivo no lo sé. Algunos dicen que por miedo a que se les llamara de tal o cual manera. Otros porque no querían "violencia psicológica", es decir, problemas en el día a día y que los señalaran con el dedo diciendo "ése no es independentista". El resto imagino que por pasividad y desidia.

      La cuestión es que todo esto tiene una muy fácil solución y encima la tienen los propios catalanes. Votar en las próximas elecciones anticipadas a todo aquel partido político que no esté a favor de declarar la independencia. Si saliera Ciudadanos con mayoría o con el voto suficiente para una coalición con otros partidos que no estén a favor de la independencia, se arreglaba todo el mismo día. Por el contrario, si nadie vota o lo hacen muy pocos, saldrá ERC como ganador y ya sabemos dónde acabará todo esto.

      Eliminar