¿Alguien se imagina que en Gales o en Escocia todos los alumnos de
educación infantil no recibieran ni una hora en inglés, solo dos en primaria y
tres en secundaria? Pues bien, eso es exactamente lo que ocurre en Cataluña:
los alumnos toman todas las clases en catalán su primeros años escolares –a veces
introducen alguna hora de inglés pero jamás ninguna en español-; y el resto de
su educación obligatoria todas en catalán excepto dos o tres en español y en
inglés, pese a que la lengua de la mayoría de la población catalana es el
español.
Según el Instituto de
Estadística de Cataluña (2008), el 55%
de la población tiene el español como lengua materna; el 31,6%, el catalán; el
3,8, ambas y el 9,6 restante, otras lenguas. Si tenemos en cuenta que, según la
UNESCO, más de 1.500 estudios avalan la importancia de la enseñanza en lengua
materna, especialmente la lectoescritura, y de que se trata de un derecho
reconocido por esta organización así como por UNICEF, parece evidente que en
esta región de España no se respetan los derechos de los niños en materia
lingüística. En este artículo vamos a intentar desgranar qué mecanismos utiliza
el poder para mantener una situación a todas luces injusta.
En primer lugar, la
Generalitat de Cataluña se ha encargado de hacer desaparecer el concepto
“lengua materna”. En los años 70 y 80, desde el nacionalismo y los partidos de
izquierda catalanes se reivindicaba el derecho a estudiar en lengua materna ya
que durante la mayor parte del franquismo el catalán fue erradicado de las escuelas. Se estaba
pidiendo, pues, poder estudiar en catalán y se argumentaba certeramente con la
importancia de la lengua materna en el desarrollo cognitivo de los alumnos.
Estas razones, sin embargo, desaparecieron al implantar la inmersión
lingüística (la obligación del catalán como única lengua vehicular y en la que
se imparten todas las materias excepto lengua española y algún idioma
extranjero) así como también se erradicó el concepto que ya es imposible de
encontrar en ningún formulario o encuesta oficial. Llama poderosamente la
atención que aquellos mismos que hace años reivindicaban, con toda razón, la
importancia de recibir educación en lengua materna no solo hayan olvidado sus
antiguos argumentos sino que hayan hecho, además, desaparecer el concepto.
En segundo lugar, para
defender el “éxito” de este modelo monolingüe en una sociedad bilingüe en el
que, además, la lengua vehicular es una lengua regional que no es, además, la
mayoritaria dentro de la población catalana –no hay precedente de nada similar
en los países de nuestro entorno- se aluden a todo tipo de exámenes para acabar
sentenciando que el nivel de lengua española de los alumnos catalanes está por
encima de la media del resto de España. De entrada, resulta bastante difícil de
creer que los alumnos catalanes superen con dos o tres horas a la semana lo que
el resto de españoles consiguen con unas 20 horas. De ser esto cierto,
estaríamos ante un gran fenómeno: unos alumnos especialmente brillantes y un
profesorado con una capacidad didáctica y pedagógica que merecerían estudios de
todo tipo por parte de la comunidad científica internacional.
Veamos qué sucede, en
realidad, con estos estudios que avalan el “modelo de éxito” catalán. En primer
lugar, el Gobierno catalán alude a los estudios PISA. De entrada, comentar que,
en general, España obtiene unos resultados bastante malos así que estar un poco
por encima de la media no significa ningún éxito. Pero es que, además, el ex
responsable de PISA reconoció en el Parlamento catalán que en esta comunidad
los exámenes de PISA siempre se habían hecho en catalán y nunca en español y
que, además, se excluye de estos exámenes a los alumnos que no dominan el catalán (3,73%).
Los políticos catalanes
hacen referencia también a las Evaluaciones Generales de Diagnóstico pero, dado
que en España las competencias en educación están transferidas a las diferentes
Comunidades, son estas las encargadas de elaborar los exámenes por lo que no son homologables entre ellos. Añadir además que, aunque lo fueran, tanto los exámenes de PISA como estos no
evalúan los conocimientos lingüísticos sino tan solo una destreza concreta, la
comprensión lectora y, en el caso de las Evaluaciones Generales de Diagnóstico,
además, la expresión escrita con una pequeña redacción de entre 10 y 15 líneas
para los alumnos de 15 y 16 años en la que la ortografía tan solo supone un punto
sobre 40. No hace falta ser especialista en lenguas para darse cuenta de que
una prueba así es totalmente insuficiente para conocer el nivel lingüístico de
un alumno. Cualquier examen oficial para obtener un certificado sobre el
dominio de una lengua incluye, además de una comprensión lectora, un examen de
gramática, un par de audiciones y una entrevista oral, es decir, que estos
exámenes realizados suponen tan solo una cuarta parte de una evaluación sobre
una lengua.
En tercer lugar, resulta
inquietante que gran parte de los políticos catalanes, en concreto los
pertenecientes a CiU, ERC, PSC, ICV-EUiA y CUP, hablen siempre de “modelo de
éxito” cuando Cataluña es una de las regiones españolas con mayor fracaso
escolar (21,8%), abandono escolar temprano y falta de estudios postobligatorios (26%). Por
otra parte, el catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita afirma que
los resultados académicos dependen más del nivel socioeconómico en Cataluña que en el resto de España.
Por si todo esto fuera poco, los alumnos que tienen el español como lengua
materna -que, como ya se ha señalado, son la mayoría-, obtienen peores
resultados académicos que los que tienen el catalán incluso cuando se distraen los datos socioeconómicos,
lo cual está en consonancia con los estudios antes aludidos por la UNESCO.
Estamos, pues, ante un
modelo educativo que, lejos de ser un “modelo de éxito” -como repiten gran
parte de los políticos y opinadores que participan en los medios públicos y en
los generosamente subvencionados catalanes-, está dando muy malos resultados.
Un sistema, además, que es el único al que puede acceder gran parte de la
población. Algunos padres han intentado conseguir una educación bilingüe o, al
menos, con un mayor equilibrio entre el catalán y el español y para ello se han
enfrentado a largos procesos que siempre han ganado pero que el Gobierno
catalán ha vuelto a impugnar –es muy fácil pleitear cuando se dispone de dinero
público para sufragar los gastos- que es una manera de evitar obedecer las
leyes mientras se somete a las familias, normalmente trabajadoras, a una
tortura judicial. Hasta ahora, el Gobierno catalán siempre ha dicho que no
estaba dispuestos a acatar ninguna de las sentencias aunque parece que esto
ahora esto está cambiando. Las familias que inician esos procesos son
rápidamente estigmatizadas e, incluso, se ha llegado a dar a conocer en los
medios los nombres y apellidos de los menores. Sin embargo, hay padres que sí
que pueden optar por otro modelo sin necesidad de enfrentarse a procedimientos
penales y al estigma social: aquellos que pueden pagar a partir de 600 euros al
mes en alguna escuela de élite, como por ejemplo, el actual Presidente de la
Generalitat, del sr. Artur Mas (CiU) o como el anterior Presidente, el sr. José
Montilla (PSC).
Ante todo lo expuesto,
surgen varias preguntas: ¿por qué los políticos catalanes de tantos partidos
–todos menos C’s y PP- defienden un modelo educativo que niega el derecho a la
lengua materna de la mayoría de la población? ¿Por qué llaman modelo de éxito a
un modelo con elevadas cifras de fracaso escolar y abandono escolar temprano?
¿Por qué mienten con respecto a los exámenes? ¿Por qué muchos de los políticos
que defienden el actual modelo de inmersión obligatoria escogen para sus hijos escuelas
que no lo aplican? ¿Por qué en Cataluña solo es posible obtener un nivel de
español culto si se cuenta poder adquisitivo es elevado? ¿Por qué no se enseña
español en la escuela infantil y tan solo dos horas en primaria y tres en
secundaria si se trata de la segunda lengua más hablada del mundo?
Podemos concluir, pues,
que da la impresión de que los políticos catalanes no están interesados en
ofrecer a los alumnos lo mejor para su formación sino que ponen la educación al
servicio de lo que ellos llaman “la construcción nacional”, es decir, que se
trata, sobre todo, de una herramienta al servicio del nacionalismo. En este
sentido, resulta interesante la lectura Nacionalismo
y política: el caso de Cataluña (Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2006) de Thomas Jeffrey Miley, doctor en Sociología y
profesor en la Universidad de Cambridge, que analiza cómo los catalanoparlantes
están hiperrepresentados en el Parlamento catalán, los Ayuntamientos y la
educación. Así, en Cataluña, frente al respeto al bilingüismo, se impone el
monolingüismo; frente a la protección de los derechos de los niños, la
imposición de una concepción nacionalista de la educación y la lengua; frente a
los criterios pedagógicos, la ideología. Nosotras, por nuestra parte,
mantenemos firme nuestro compromiso con el plurilingüismo y los Derechos del
Niño. De todos los niños.
Publicado en ABC (31-05-14), p. 16
Solo he leído un dato claramente erróneo en el artículo. El que alude a que las clases de español se dan en castellano. Este fue en su día un motivo de queja por mi parte en el colegio de mis hijos (hoy de 28 y 30 años). El Director alegaba que la profesora 'se sentia más cómoda' y que 'ni siquiera el inglés se daba en Inglés. Yo le respondí en tal caso para enseñar castelano fácilmente podía contratar profesores nativos y que mis hijos no tenían la obligacion constitucional de conocer el inglés, pero si el español. Creo que con poco éxito, la verdad. Hoy creo que está claro que uno de los grades errores de la transicion fue la transferencia de la educacion, la cultura (no solo la lengua) es el factor aglutinante más importante de una nacion, como bien saben los independentistas.
ResponderEliminar