Víctor Andrés Maldonado
Una de las
ventajas de los sistemas democráticos donde reina la libertad de expresión es
la existencia de un debate público,
por contraposición a los regímenes autocráticos donde la opinión disidente es
censurada de forma sistemática. Es decir, la posibilidad de confrontación de
ideas y opiniones propicia que las exageraciones y medias verdades queden
rápidamente expuestas a la crítica
demandando una rectificación, cuando menos implícita.
Eso es lo que
parece estar sucediendo los últimos meses en Cataluña. En los albores del
llamado proceso soberanista, el nacionalismo nos estuvo presentando verdades
indiscutibles a los ciudadanos de Cataluña. Sin embargo, cada vez se oyen más
voces poniendo en duda algunas de las premisas y reclamaciones presentadas; vamos,
que las verdades son como mínimo discutibles e incluso algunas de ellas
verdades a medias, por decirlo generosamente. Pero eso demuestra, por lo menos,
dos cosas de las que tenemos que
felicitarnos: la salud democrática de Cataluña (cada vez hay más personas
que se atreven a decir y a escribir lo que piensan aunque sus opiniones no sean
acordes con lo indicado desde las esferas del poder) y su pluralidad; en definitiva, el pensamiento único está en franco
declive.
Por ejemplo, la existencia de un expolio fiscal por
parte de España sobre la base del cálculo de las balanzas fiscales (los
bien conocidos 16.000 millones de euros o el equivalente al 8.5% del PIB
catalán) parecía haberse convertido en la piedra angular para convencer de la
necesidad de la independencia de Cataluña a un porcentaje importante de la
población catalana que por cuestiones puramente identitarias no se habría
planteado tal posibilidad. Efectivamente, a nadie le gusta que le roben la
cartera (desde luego a mí no) y menos en épocas de crisis económica. Pero,
claro, cuando pasó la sorpresa inicial se empezaron a escuchar voces alertando,
o al menos matizando, que las cuentas no salían y que el tal expolio no estaba
tan claro si se analizaban las cuentas en detalle. Ahora parece que la “injusticia”
hacia Cataluña se limitaría a entre el 1.5% y el 2% del PIB o alrededor de
4.000 millones de euros (si añadimos el coste de los servicios prestados por el
Estado y eliminamos el efecto derivado de que en Cataluña se pagan más
impuestos debido a su nivel comparativamente mayor de renta). Solo recordar que
las ayudas financieras del Estado a Cataluña para la financiación del déficit
de la Generalitat y el pago de facturas a proveedores han sido del orden de 25.000
millones de euros en los últimos dos años. Curiosamente, en las últimas semanas, incluso los más fervorosos impulsores del
proceso soberanista parecen haber arrumbado el famoso “España nos roba” al
rincón de lo pernicioso y renegado de su paternidad; vamos, que el lema
salió a la luz pública por generación espontánea.
Algo similar parece haber pasado con otras tantas
afirmaciones, que de verdades irrebatibles han sido rebajadas a simples hipótesis
cuya materialización dependería de que se produjeran determinadas circunstancias. Por ejemplo, que Cataluña reingresaría en la UE en un tiempo
corto (en 24 horas, según dijo inicialmente el propio Artur Mas), que todos los
ciudadanos de Cataluña mantendríamos la doble nacionalidad (catalana y
española), que las empresas catalanas podrían seguir teniendo acceso al Mercado
Único Europeo a través de la firma de un acuerdo similar al que la UE tiene con
Suiza y otros países, que los bancos catalanes seguirían teniendo acceso a la
financiación del Banco Central Europeo aun cuando Cataluña estuviera
formalmente fuera del área del euro, que la Generalitat podría dejar de asumir
la parte que le corresponde de la deuda pública española en el caso en que
España no quisiera dar su brazo a torcer y pusiera las cosas difíciles al nuevo
Estado independiente catalán. Si tienen paciencia e interés, les sugeriría
leyeran dos de mis artículos anteriores publicados en Crónica Global ("El discurso del miedo" y "Doble nacionalidad") donde se ponen de
manifiesto dudas razonables sobre la posibilidad (o al menos la dificultad) de
que dichas hipótesis puedan llegar a hacerse realidad.
Pero repasando
algunas de las afirmaciones realizadas por el nacionalismo en el pasado
reciente, he constatado que hay todavía una que a mi conocimiento no ha
recibido una respuesta apropiada o cuando menos no ha sido rebatida. Perdonen
si me equivoco. Inicialmente, fue planteada por el profesor Xavier Sala i Martín
y repetida hace un par de meses por Josep Lluís Carod-Rovira: debido a su situación geográfica, una parte
importante del transporte de mercancías desde España hacia el exterior pasa por
Cataluña, por lo que España debería ser la primera interesada en que Cataluña
no quedase fuera de la UE. En el fondo lo que se insinúa es que Cataluña
podría impedir o dificultar (por ejemplo, a través de la imposición de
aranceles) la exportación de mercancías españolas hacia el exterior, incluido hacia
el resto de la propia UE.
Como dije
anteriormente, esta afirmación pertenece
a la categoría de las medias verdades. Efectivamente, es verdad que una
Cataluña independiente podría prohibir el paso de exportaciones españolas hacia
el exterior, incluida la UE, o imponer trabas a las mismas (tales como
aranceles, licencias, cuotas, etc.) que las hicieran más onerosas. El problema
son las más que probables consecuencias que se derivarían de adoptar una
política de tales características.
Aparte del
reconocimiento internacional y su ingreso en la ONU (objetivos de orden
político para asegurar su propia existencia como Estado independiente) que solo
serían posibles con una secesión acordada con el resto de España, el primer objetivo de orden económico de una
Cataluña independiente para “normalizar” su situación debería ser acceder a la
OMC (Organización Mundial de Comercio) y, accesoriamente, a la OMA (Organización
Mundial de Aduanas) dada la importancia de las exportaciones en la economía
catalana. Primero de todo, para conseguir la cláusula MFN (Nación Más
Favorecida) para sus exportaciones a terceros países y evitar, así, la
imposición de aranceles prohibitivos a las mismas; y, segundo, como paso
necesario para poder negociar y firmar un Acuerdo de Asociación con la UE, con
el fin de poder tener acceso al Mercado Único Europeo y como antesala a su ingreso
en la UE. El único problema es que uno
de los pilares fundamentales de la OMC es, precisamente, la “libertad de
tránsito” de mercancías en el marco del comercio internacional (por
ejemplo, desde Portugal a Francia, “en tránsito” por España) que proscribe la
imposición de cualquier tipo de impedimento a las mercancías en tránsito salvo aquellos
encaminados a evitar el tráfico ilegal de las mismas (fraude, tráfico de armas,
tráfico de drogas, etc.).
Pero aún hay
más. En caso de que una Cataluña
independiente introdujera este tipo de medidas a las exportaciones españolas al
exterior en tránsito por su territorio, la UE podría introducir a su vez
medidas de represalia tales como aranceles (incluso prohibitivos) a las
exportaciones catalanas hacia o en tránsito por la UE, y en un caso extremo
hasta sanciones económicas, pues las mercancías españolas son mercancías de la propia
UE. En definitiva, un muy mal augurio para el ingreso de Cataluña en la UE y un
desastre para la economía catalana debido a su dependencia de las exportaciones.
Que semejante
afirmación la haga alguien que no es especialista en la materia como
Carod-Rovira tiene un pase, pero que la haga un economista de la Universidad de
Columbia me entristece.
Este artículo fue publicado en Crónica Global (11/03/14)
Lo que haría el resto de España si Cataluña se independiza, es crear un paso a Francia por el centro de los Pirineos, lo que acortaría los transportes desde la mayoría de la Península hacia la mayoría de Europa. Solamente los transportes desde el Levante hacia el sur/sureste de Europa se verían afectados. Un trayecto Madrid - Turín son 1464 km por Barcelona; por Zaragoza y Toulouse son 1460 km, eso hoy, sin autopista, ni paso rápido por el centro de los Pirineos. Valencia - Turin son 1207 km por Barcelona; 1474 km por Zaragoza y Toulouse. En caso de bloqueo, 300 km más no serían graves al coste actual del transporte de bienes.
ResponderEliminarY por si alguien empieza con que el puerto de Barcelona, tenemos otro estupendo en Valencia.
Y finalmente, hay mucho terreno que regar en Aragón y en Valencia, no se cuanta agua quedará en el Ebro después de tanto riego.
Los independentistas deben comenzar a plantearse que si Cataluña se hace independiente será un país extranjero, con el que no habrá miramientos y con el que se negociará a cara de perro, como se hace con cualquier otro. Si al resto no nos conviene, no habrá Barca en la liga (que vaya estupidez de preocupación, por cierto), ni doble nacionalidad, ni entrada en la UE, ni "Consejo Ibérico". Que empiecen a poner las barbas a remojar.
Els valencians sou els primers interessats en què s'acabi el ridícul i suïcida bloqueig per part del govern espanyol del corredor mediterrani. València, Tarragona Barcelona podran competir amb avantatges geoestratègics sobre Ambers, Hamburg o Rotterdam per al creixent comerç que passa pel canal de Suez!
EliminarPer altra banda, qui pagaria (i amb quins diners) aquest llarguíssim túnel a través de la part més ample del Pirineu... i la via fèrria des del prat de vaques aïllat on acabaria, fins a Tolosa de Llenguadoc?
EliminarRespuestas típicas del nacionalismo:
Eliminar1. La culpa es de Madrid.
2. España no tiene dinero, el único dinero que hay es el que se roba de Cataluña.
3. Las infraestructuras sólo tienen sentido en las regiones ricas (=Cataluña)
No me voy ni a molestar en señalar las falacias.
Si us plau! Quan Josep Lluís Carod-Rovira diu que "debido a su situación geográfica, una parte importante del transporte de mercancías desde España hacia el exterior pasa por Cataluña, por lo que España debería ser la primera interesada en que Cataluña no quedase fuera de la UE" el que està dient és que no interessa a ningú que la UE estableixi aranzels per al pas de les seves mercaderies (exportacions, importacions o transport entre països membres) d'un territori, no pas que Catalunya (poble de mercadors i comerciants!) tingui cap mena d'interès a impedir aquesta circulació. Intentar fer-ne una altra lectura em sembla molt forçat, francament.
ResponderEliminarDe nuevo, típico razonamiento nacionalista:
Eliminar1. Los catalanes son más listos (y trabajadores) que los demás («poble de mercadors i comerciants»)
2. Los nacionalistas son los más listos de entre los catalanes.
3. Si un nacionalista catalán dice una estupidez, se contradice con los puntos 1. y 2.
4. Por lo tanto, no puede estar diciendo lo que dice.
5. Por lo tanto hay que buscar tres pies al gato:
- ha sido malinterpretado,
- es una mala traducción,
- no nos entienden,
- nos quieren mal,
- ...