José Rosiñol Lorenzo,
el 29 de enero de 2014 en Periodista Digital.
“…fracturar la
sociedad catalana para alcanzar su objetivo político: legitimar un referéndum
ilegal… inoculando una mentalidad favorable a esquema binarios… una “igualación
política” entre un artificio denominado “unionismo” y el independentismo (¿qué
sentido tiene ser unionista de algo que ya está unido?: para confundir entre lo
que es una realidad social, jurídica e histórica con lo que solo es un proyecto)…
una estigmatización de antidemócrata a todo aquél que niegue la conveniencia u
oportunidad de la consulta.”
La ofensiva política
del gobierno de Mariano Rajoy parece que está dando en el blanco, prueba de
ello es la reacción atávica a las declaraciones de Alicia Sánchez Camacho,
Enric Millo o María Dolores de Cospedal durante la convención del PP celebrada
en Barcelona, y no me refiero al tremendo error de cambiar el tema de las
balanzas fiscales en vez de poner el foco en las contradicciones en las que
incurren los defensores de dichos estudios (cambio que solo ha servido para dar
más carnaza a la jauría nacionalista).
El dardo ha dado en
la diana, al fin se destapa en el entramado mediático catalán una estrategia
política que ha calado paulatinamente entre la población catalana: la fractura
social en función de tu posicionamiento respecto a la independencia de Cataluña
y los cada vez más numerosos casos de violencia política (de baja intensidad)
contra todo aquél que se posicione públicamente en contra de los postulados
soberanistas.
Después de la
Convención del PP, la caverna mediática nacionalista ha reaccionado
contundentemente, Mariano Rajoy ha sido tachado por la hagiógrafa oficial de
Artur Mas, Pilar Rahola, de “capitán de los hoolingas”, de ser un “mediocre”
ante “tiempos son épicos, complejos y grandiosos”… El siempre dispuesto a la
deformación informativa y portavoz de la Generalitat, Francesc Homs ha
declarado que el Presidente del Gobierno “insulta la inteligencia del pueblo de
Cataluña” o, según Josep María Pelegrí de CiU, el PP ha venido a Cataluña con
“espíritu colonial” (más un sinfín
editoriales y columnas de periodistas aspirantes a convertirse en el palmero
oficial del Reino).
Resulta chocante que
para el gobierno de la Generalitat no sean una prioridad los incidentes y
ataques a sedes de partidos políticos y militantes, parece que prefieren seguir
aparentando que la fractura social no genera frustración ni tensiona
emocionalmente a la sociedad, parece que prefieran continuar con la ficción de
un “Proceso” pacífico, transversal, democrático… aséptico…
Se rasgan las
vestiduras cuando Alicia Sánchez Camacho compara la situación del País Vasco
con la de Cataluña, utilizan toda su maquinaria de propaganda para tratar de
difamar a la dirigente popular, pero la realidad resulta muchas veces irónica,
al día siguiente del “aquelarre” de los populares, las juventudes de ERC han
homenajeado a un terrorista de Terra Lliure abatido por las fuerzas de
seguridad en el año 1979… acto que ha acabado con gritos de “Visca Terra
Lliure”.
¿Alguien desde el
gobierno catalán ha condenado, criticado o cuestionado dicho homenaje?,
¿cuántas plumas al servicio del Régimen nacionalista han denunciado el evento?,
¿qué medios de comunicación han difundido la noticia?, ¿por qué la radio y
televisión pública oculta este tipo de actuaciones?, ¿no será que la épica
nacionalista es muy permisiva con la radicalidad propia (radicalidad en lo
radical) y muy poco tolerante con los discursos que simplemente disienten de lo
oficial?
Por mucho que nieguen
la mayor, en Cataluña se está dando una fractura social, se percibe en
cualquier conversación, en cualquier discusión, en cualquier tertulia, pero no
solo en el fragor del debate, sino también en los silencios obligados para
evitar malos ratos, en el hecho de que los partidarios del “Proceso” se
permiten el lujo de hacer un proselitismo de la intimidad, de lo cercano, desde
la soberbia y la superioridad del que cree saberlo (casi) todo de antemano,
cualquiera que viva en Cataluña y tenga un mínimo de capacidad de atención dará
cuenta de lo que digo.
Pero ¿por qué azuzar
la división entre catalanes?, ¿por qué reducir la democracia a un juego de suma
cero?, ¿por qué concebir el juego político como un enfrentamiento entre buenos
y malos catalanes?, ¿por qué sobrecargar simbólicamente (con atributos
peyorativos) a todo aquél que no sea partidario de hacer la “Consulta”?, ¿por
qué de la obsesión por relacionar democracia y referéndum?, ¿la fractura es un
fenómeno natural surgido del “pueblo” o es una estrategia de ingeniería social
y manipulación política?
La respuesta a todo
esto la podríamos encontrar en el ejemplo de la escisión del PSC, tanto en su
vertiente política como en el tratamiento mediático, me explico, en cualquier
sistema político “normal”, esto es, aquél que no está dominado por algún tipo de épica teológica, nadie animaría a los
díscolos a formar otro partido político más (nadie quiere más pirañas en su
pecera), sin embargo, aquí en Cataluña, desde muchos frentes se les alienta a
crear una nueva formación o fusionarse en algún otro grupúsculo de la órbita
nacionalista.
De igual forma, desde
los púlpitos de algunas radios (RAC1), se interpretaba la situación del líder
del PSC de la siguiente manera “Pere Navarro está presionado por el sector
“catalanista” del PSC y Alfredo Pérez Rubalcaba”, es decir, no es concebible
que hayan muchos catalanes no partidarios de la consulta, la oposición a la
misma debe ser siempre algo externo, algo ajeno al nosotros asimilador, un
agente no legitimado por la catalanidad.
Y ese es el método
utilizado por el nacionalismo, fracturar la sociedad catalana para alcanzar su
objetivo político: legitimar un referéndum ilegal, innecesario y anacrónico
inoculando una mentalidad favorable a esquema binarios, una naturalidad ante un
frentismo muy poco democrático, una “igualación política” entre un artificio
denominado “unionismo” y el independentismo (¿qué sentido tiene ser unionista
de algo que ya está unido?: para confundir entre lo que es una realidad social,
jurídica e histórica con lo que solo es un proyecto), una división entre los
que se posicionan a favor o en contra de la independencia, y, sobre todo, un
arrinconamiento, una condena al ostracismo, una estigmatización de
antidemócrata a todo aquél que niegue la conveniencia u oportunidad de la
consulta.
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